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El sistema carcelario en Panamá, igual que en toda América Latina, atraviesa una crisis. Nuestro mundo penitenciario encierra un incremento de la sobrepoblación penal y un vergonzoso hacinamiento de los reclusos.
Un reportaje publicado días atrás en La Prensa, sobre la condición del reo en las cárceles del país, destaca que allí no se encuentran los delincuentes de cuello blanco, ya que sólo el 2.9 por ciento de la población penitenciaria tenía ingresos superiores a los dos mil balboas. Y que de igual forma, se reveló, que la mitad de los reos se criaron sin su padre y que el 75 por ciento de ellos, no alcanzaron a finalizar la secundaria.
Pero estos datos sólo son el reflejo y la confirmación de una profunda y compleja inequidad en la distribución de ingreso que experimenta Panamá. La última versión dada a conocer hace poco del Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), llama la atención de la desigualdad existente en nuestros países. Y lo que es más preocupante, más de 20 países - incluyendo Panamá - experimentaron retrocesos en sus niveles de desarrollo durante la década del 90.
Esta situación se une a los cuestionamientos que hacen los analistas sobre el gasto social de los distintos países latinoamericanos, "donde ha crecido mucho, pero la gente ha ganado poco". Algo parecido ocurrió días atrás cuando el dirigente de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas, John Bennet, se refirió a la inversión social destacada por la Sra. Presidenta Mireya Moscoso en la Asamblea Legislativa, como algo que no era precisamente resolver los problemas económicos del país.
Lo que sucede según los economistas, es que la inequidad no se puede corregir con el gasto social de corto plazo, sino, con políticas como por ejemplo, la educacional, cuyo impacto sólo seria apreciable después de décadas. |
