La Virgen María, desde las primeras páginas del Evangelio, vive de la fe y la esperanza. Conociendo el corazón de esta persona maravillosa, María, se puede entender lo que es la esperanza.
Cuando el ángel Gabriel le manifestó a María que de su vientre virginal iba a nacer el Salvador, sin concurso de varón, ella no entendía cómo podría ser eso; pero creyó fielmente y aceptó la voluntad de Dios.
Cuando el niño Jesús nació, llegaron los pastorcitos y Reyes Magos a adorarlo. María sabía que su hijo era, simplemente, un niño pobre, envuelto en pañales, acostado en un pesebre y quien no tenía ninguna pinta de rey ni de Mesías. Según las evidencias humanas, era un niño normal y María no podía ver nada diferente en ese momento. Aún así, María creyó que era el Mesías.
En la etapa de su vida pública, Cristo hacía curaciones y milagros; pero también se cansaba, se fatigaba y se entristecía mucho cuando lo atacaban con calumnias e infamias. No todo el mundo andaba detrás de Jesús, sino que algunos lo llamaban loco y hasta Belcebú (príncipe de las tinieblas) y tramaban su muerte. Desde el punto de vista humano, María veía el mismo hombre de siempre: su hijo pobre con todo el aspecto de un campesino. Pero ella creyó que Cristo, en verdad, era el Mesías, aunque no lo viera así.
Cuando Jesús murió, su cuerpo lo envolvieron y lo embalsamaron para ponerlo en un sepulcro. ¡Imagínese lo que pensó y sintió María en su corazón en esos momentos! María experimentó el inmenso dolor de tener en sus brazos a su hijo muerto. Ella estaba viendo esa evidencia física, pero ¿acaso era eso lo que ella estaba pensando en esos momentos? No, mi hermano. María creyó plenamente en el poder de Dios Padre, que hizo que el Verbo se hiciera carne en su vientre virginal; creyó en el poder de un Dios que creó todo de la nada; creyó que su hijo muerto iba a resucitar al tercer día, según las promesas Bíblicas y según El mismo dijo. Esa creencia es fruto de la virtud de la esperanza que proviene del poder de Dios y no se basa en puras situaciones humanas.
En la medida en que su fe aumente, su esperanza se activa v Dios hará una obra impresionante a través suyo. Recuerde que sólo con Dios, usted es ¡Invencible!