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El pingüino al rescate

Hermano Pablo | Reverendo

El drama se desarrolló rápido y tenso. El escenario era una ambulancia. La ciudad, Montevideo, Uruguay. Los protagonistas, Héctor Medina, de cuarenta y tres años de edad, y dos médicos que lo atendían frenéticamente. Medina moría de una oclusión arterial a nivel cardiaco.

El drama, como ocurre tantas veces en tantas ciudades modernas, terminó en muerte. Fue precisamente eso lo que movió al doctor Antonio Grillo, de cincuenta y un años de edad, a buscar por todas partes alguna sustancia que sirviera para reducir el colesterol, y halló esa sustancia en el pingüino, el simpático animalito de la Antártida. El pingüino lleva en la sangre una sustancia que lo protege del colesterol, ese mortal enemigo del hombre.

Los ataques al corazón son tantos, y las muertes repentinas tan abundantes y la amenaza del colesterol tan obsesionante, especialmente en hombres de negocio de todo el mundo, que cualquier cosa que sirva para aliviar ese flagelo destructivo es bienvenida.

¿Y qué llega al rescate? El pingüino. El pingüino, que come peces muy ricos en grasa para combatir el frío y que nunca tiene colesterol. Éste ha sabido desarrollar en su organismo la sustancia inhibidora. Quizá la salvación para los frenéticos hombres de negocio de los climas templados esté en el tranquilo, manso y callado habitante de las heladas regiones del polo sur.

¿Por qué hay tantas enfermedades en el mundo? Es lo mismo que preguntar: ¿Por qué hay odio, rencor, envidia, avaricia, infidelidades, adulterios? Dios ni ha creado ni manda las enfermedades. Más bien, las enfermedades y toda clase de males son el resultado de la desobediencia del hombre a las leyes divinas. Si una dieta rica en grasas eleva el colesterol, una vida dada a la sensualidad eleva el nivel de lujuria. La relación es la misma.

Cuando el hombre vuelve a las sencillas leyes naturales del ejercicio y la alimentación, tiene salud y bienestar. Cuando vuelve a las sencillas leyes morales de la rectitud y la justicia, vive con paz en el corazón y tranquilidad en el espíritu.

Cristo quiere ser el Maestro de nuestra vida. Sometámonos a su voluntad. Él nos enseñará la mejor manera de vivir.



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