El pasado sábado tuvimos la oportunidad de presenciar el encuentro de boxeo entre el campeón mundial panameño, Roberto "La Araña" Vásquez y su retador mexicano, José Antonio "El Jaguar" Aguirre.
La contienda fue efímera pero intensa y en su desarrollo corroboramos, no sólo el valor y fortaleza de nuestro compatriota, sino también su capacidad de enfrentar situaciones desfavorables arriba del entarimado.
"Araña" Vásquez, luego de un intercambio de golpes en el centro del ensogado, fue depositado en la lona por un potente recto del mexicano y no fuimos pocos los que sentimos preocupación por el resultado del combate.
Sin embargo, el panameño logró incorporarse y darle otro matiz a un pleito que parecía contrariar su empeño de conservar el campeonato mundial y en un verdadero acopio de poder y coraje, doblegó el furor del retador mexicano.
Aquí salió a relucir la casta, la voluntad, el pundonor y el honor de nuestro compatriota, cuya vida también ha sido prototipo de lucha constante por lograr metas, en medio de los traspiés y caídas a los que a diario deben enfrentarse los jóvenes de los barrios marginales de nuestro país.
Vázquez se reafirma como un modelo para la juventud panameña y es digno representante del individuo de extracción humilde que se empina sobre sus orígenes y alcanza un sitial preponderante en la actividad que ha elegido como profesión.
No se puede discutir el pundonor y el mérito mostrados por este gladiador, cuyas raíces se hunden en su entorno familiar para surgir como colosal figura paradigmática de una juventud ávida de alcanzar sus metas en medio de la vorágine de la complicada vida moderna.
A pesar de la categoría alcanzada por Roberto Vázquez, su conducta conserva esa dosis de humildad que hace grandes a los hombres y les convierte en leyenda con el paso del tiempo.
