TEMAS DE ACTUALIDAD
Panamá
en el siglo XXI: ¿Dejando el racismo atrás ?

George Priestley, Ph.D *
Crítica
en Línea
"Raza"
no es una categoría biológica; es una construcción
social diseñada para separar a los seres humanos destacando
el color de la piel, el cabello, las características faciales
e, incluso, sus prácticas sociales. El racismo es un discurso
y una costumbre que intenta establecer que las características
raciales de "lo blanco" son superiores a las características
raciales de "lo negro", y para esos efectos, a las
de todas las expresiones "no blancas". No es poco común
en el hemisferio occidental, incluyendo a Panamá, escuchar
hablar del cabello "malo" y el cabello "bueno";
de las virtudes de la piel "blanca" y las maldiciones
que acompañan a la piel no blanca, particularmente, si
ésta es muy oscura. Y en el nombre del progreso cultural
y la homogeneidad nacionales, no es inusual la condena a ciertas
prácticas culturales de los negros e indígenas,
muchas veces, persiguiendo y aislando a sus cultivadores.
En un reciente intercambio de mensajes electrónicos
sobre el tema del racismo en Panamá, una joven abogada
panameña, quien recientemente emigró hacia Estados
Unidos, señalaba en su canje con el Licenciado Alberto
Barrow, vocero del Comité Panameño Contra el Racismo,
que los antillanos son los racistas porque "continúan
hablando inglés en los autobuses", "practican
religiones extrañas", todas reliquias del pasado,
de acuerdo a la interlocutora epistolar. Un discurso racista
como el citado, es el subproducto de una visión particular
de una nación excluyente; un discurso de ingrata recordación
en nuestro país, y uno que, confiamos no ha de acompañarnos
como "fantasmas" en nuestro peregrinaje hacia el siglo
XXI.
En nombre del progreso, Panamá, como la mayoría
de los países de América Latina, aspiraron a construir
Estados-naciones a imagen de Europa y Estados Unidos, pero enfrentados
a la realidad de una minoría Europea "blanca"
y una amplia mayoría no negra. En cambio, construyeron
países "mestizos", es decir, entidades con características
contradictorias. Estas formaciones sociales, al tiempo que se
erigían en "Crisol de razas", también
instauraron una clara jerarquía racial y cultural que
privilegia la blancura, desdeña la negritud, y apenas
tolera los "otros". Irónicamente, esta jerarquización
racial, menos visible, pero perversa y perniciosa, está
viva y presente en muchos países de América Latina,
mientras las formas más groseras de segregación
y apartheid han sido derrotadas.
Pero existen muchas personas, tanto en Panamá, como
en el extranjero, que insisten en que la discriminación
es una calle de doble vía y que los afroantillanos tienen
un historial de prácticas discriminatorias en contra de
aquellos menos afluentes que ellos. Es más, no es poco
frecuente escuchar estos argumentos, en una suerte de repetición,
en boca de panameños de ascendencia antillana, de tercera
y cuarta generación. Ciertamente, hay algo de verdad en
el hecho que algunos inmigrantes procedentes del Caribe, a principios
de siglo, al manifestar sus prácticas culturales denigraban
los de otros. Sin embargo, en la mayoría de los casos,
estos desencuentros iniciales cedieron con el tiempo, lo que
ha dado como resultado un rico intercambio cultural en múltiples
órdenes de la vida, en Panamá, no obstante que
ello no sea reconocido por muchos, quienes insisten en reducir
la cultura panameña a uno de factura Ibérica.
Las diferencias culturales, así como las de clase y
género, son algunos de los elementos consustanciales a
los Estados-naciones modernos. La existencia de estas diferencias
no es excusa o una justificación para la persistente y
sistemática discriminación en contra de los afropanameños,
ni de los indígenas. Al final, a diferencia de las asimetrías
culturales, la discriminación es la sistemática
exclusión de individuos y grupos de las oportunidades
de la vida; está lejos de ser una calle de doble vía;
es el producto último de la desigualdad en el marco de
las relaciones de poder en un determinado orden social. Habría
que preguntarse dónde esta el poder de los afropanameños
e indígenas para negar la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad por parte de otros?
Conforme nos aproximamos al siglo XXI, en esta aldea global,
tenemos una oportunidad de enderezar las cosas, es decir, de
construir una nación de todas y todos los panameños,
por todos los panameños y para todos los panameños.
Si queremos construir una democracia viable debemos, no solamente
promover una fuerte participación de las instituciones
políticas, sino también estructuras económicas
de corte democrático y oportunidades para todos, independientemente
de raza, color, credo religioso o género. Debemos, igualmente,
enfrentar y desechar nuestro discurso racista y estructuras excluyentes,
y crear una real y verdadera nación multicultural, multiétnica,
multiracial y multilingue; una en la cual todas y todos sean
reconocidos y en la que a todos se les dé la oportunidad
de construir y representar al Panamá del siglo XXI.
* (El autor es Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad
de Columbia, EE.UU.).
|
|
|