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Estruendo de tus catararas

Hermano Pablo | Reverendo

«El 31 de enero de 1542, el gobernador llegó con su gente a un río que se llama Iguazú, luego de andar ocho jornadas., sin hallar ningún lugar poblado de indígenas. El río Iguazú, que corre del este al oeste, es el primero que pasaron al principio, cuando salieron de la costa del Brasil. Allí le informaron al gobernador que a los portugueses que Martín Alfonso de Sosa había enviado a descubrir aquella tierra, algunos indígenas los habían matado mientras cruzaban en canoas entre el río Paraná y el río Iguazú. Y le avisaron que ahora los estaban aguardando a ellos para matarlos cuando cruzaran el río.

»Por eso el gobernador se embarcó con 80 hombres en canoas que compró de los indígenas de la región y navegó río abajo por el Iguazú hasta el Paraná, habiendo mandado que el resto de la gente y los caballos se fueran por tierra y que se encontraran con él en la ribera del río Paraná. La corriente del río Iguazú comenzó a arrastrar las canoas con furia, ya que muy cerca de donde se embarcó, el río da un salto por unas rocas muy altas, y el agua cae con tanta fuerza que el sonido del golpe se oye desde muy lejos y la espuma del agua se eleva a una altura de más de dos lanzas. El gobernador juzgó necesario que llevaran las canoas por tierra hasta pasar el salto. Les tocó llevarlas en hombros más de media legua. Salvado aquel mal paso, volvieron a meter en el agua las canoas y siguieron río abajo hasta que llegaron al río Paraná. Gracias a Dios, la gente y los caballos que iban por tierra, así como el gobernador y la gente que iba con él en las canoas, llegaron al mismo tiempo. En la ribera del río estaba esperándolos un gran número de indígenas guaraníes. Pintados de muchas maneras y colores, estaban cubiertos de plumas de papagayos y almagrados. Parecían un escuadrón con sus arcos y sus flechas en las manos. El modo en que llegó el gobernador con su gente les infundió temor y muchos de los indígenas les ayudaron a cruzar el río. A pesar de lo ancho, lo profundo y lo torrentoso que era el río Paraná por la parte en que lo cruzaron, toda la gente y sus caballos, en balsas hechas juntando las canoas de dos en dos, lograron cruzarlo en dos horas, salvo un hombre que se ahogó cuando se volcó la canoa y se lo llevó la corriente.»

Fue así como el gobernador de Río de la Plata, el español Álvar Núñez Cabeza de Vaca, descubrió esa maravilla que son las Cataratas del Iguazú. Pero ¿por qué se honra a don Álvar Núñez como el descubridor de las cataratas? ¿Será porque aquellos indígenas temían que otros las arruinarían si supieran de su esplendor y su grandeza? No dejemos que nos suceda lo mismo a nosotros con relación al Creador de aquellas cataratas. Aclamemos a Dios a oídos del mundo, como lo hicieron los salmistas de Israel.



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