Cada vez que vemos a un grupo de muchachos entre 18 y 26 años de edad, cerca de un complejo deportivo, cubriendo a gusto sus ratos de ocio permanente, solemos decimos: "es que no trabaja ese montón de vagos".
La juventud desempleada busca por todos sus medios posibles una oportunidad de conseguir un trabajo digno que satisfaga sus necesidades sociales para aportar a la evolución normal de la familia y la sociedad.
Lamentablemente, la dura situación, la imposibilidad de conseguir empleos, la deficiencia del sistema educativo y otros factores exógenos que determinan un status social, limitan estas posibilidades de desarrollo de la juventud, que al final se sumerge en un letargo impresionante, que los convierte en ciudadanos masa que atienden por impulsos naturales ínfimos detalles intelectuales.
Sólo unos cuantos se salvan. Ellos son los que tienen aspiraciones, a pesar de las adversidades. Unos se inscriben en institutos de formación profesional y otros buscan alternativas en las distintas universidades del país. Esos grupos tratan de llenar ese vacío en sus vidas, a través del trabajo honrado y digno, para beneficio de Panamá.
Por eso hay que darle oportunidades a los jóvenes. Los más veteranos deben hacer un esfuerzo para que cuando un novato llega a un empleo, pueda tener la orientación propia para un desempeño óptimo.
No se trata de cargar a nadie; la idea es enseñar y el recién llegado debe entender eso y no pretender que el resto de sus compañeros estarán para servirle siempre de guía. Aprende, estudia y trata de tener un desempeño eficiente permanente, para luego reclamar evaluaciones realistas y no pretender que te califiquen como excelente, cuando tu desempeño no merece esa calificación.
Los jóvenes merecen oportunidades y toda nación debe estar consciente de ello, porque en ese sector de la población descansa el futuro del país. Así mismo, la juventud debe entender que debe mejorar y madurar, para no quedarse inmerso en lo que popularmente se conoce como la cultura del gruveo, donde sólo importa la música y estar parqueado en una esquina viendo como pasa el tiempo.
