Los hechos de violencia en Panamá se desbordan como la lava de un volcán en erupción; nuestra juventud está descarriada, escritores, sicólogos, editorialistas, siquíatras y otros han puesto sus conocimientos en aras de encontrarle un camino más sano, de comprensión, sacarlos de ese mundo de oscuridad y acercarlos a la sociedad, en paz, amor y respeto a sus semejantes, pero ellos no entran en el camino correcto, y nada parece mejorar su conducta. Reinan las armas de todo calibre, además, puñales, hierros, piedra para lanzar, machete para pelear e ir a parar al campo santo, que está aumentando su población por las inmensas olas de violencias. Ya no hay que ir a la selva, para temerles a las fieras, sí aquí en calles pavimentadas rodeadas de edificios, te asechan, para matar y llevarse lo que te pertenece; corre la sangre del crimen a nivel nacional.
Otros de los elementos que trae tragedia, a balazo, son las humillaciones, con palabras ofensivas. La Biblia nos habla en Timoteo, en la Segunda Carta, Cap. 2 V 14: No te metas en discusiones de palabras. Recuerda a tu gente estas cosas y diles insistentemente en nombre de Dios que dejen las discusiones de palabras, que no son de ningún provecho y desconciertan a quienes las escuchan.
De hecho en este milenio Panamá tiene que sobresalir en todos los proyectos, económicos, cívicos, culturales, morales y con todas las estrategias saludables que le den al país; todos, juventud y adultos necesitamos de alimentarnos de enfoques nuevos y, que se lleven a la realidad. |