No es nuestra intención echarle leña al fuego, pero es bochornosa y vergonzosa la detención de dos conocidos jugadores de beisbol, originarios de la provincia de Chiriquí, detenidos por el supuesto robo a ¨mano armada¨ a una estación expendedora de combustible.
Lo que se sospecha y se debe investigar, es si estos dos jóvenes eran recurrentes en este tipo de actividad, porque para cometer estas fechorías, hay que tener en cuenta varios aspectos que reúnen las personas delincuentes, como experiencia, nervios en control y sagacidad al momento de cometer el hecho punible, a todas luces peligroso.
Ya uno de los dos aceptó su culpabilidad en el delito. No obstante, sería interesante que las autoridades ahondaran en la investigación para determinar si era una práctica habitual en ellos y cómo nunca los habían agarrado, se corrían la suerte que la ¨fiesta¨ continuaría para obtener dinero fácil. Ahora empiezan a salir y escucharse voces de ¨aquellos¨ defensores oficiosos, señalando que se trata de dos jóvenes, con un tremendo futuro deportivo, que cometieron un error propio de sus edades, por lo tanto, debe dársele una segunda oportunidad.
Sin embargo, las autoridades deben actuar con serenidad y cautela ante el acontecimiento, y de ser hallados culpables en un juicio, darle, eso sí, un escarmiento, debido a su proceder denigrante y cuestionable. No debe haber complacencia para ellos.
Estos jóvenes fueron delatados por testigos que vieron todo lo que ocurría en el lugar de los hechos, e incluso, observaron cuando los imputados se despojaban de los artículos que usaron para cometer su fechoría. Hasta hubo tiempo de tomarles el número de matrícula del auto que usaron para cometer el hecho.
Nada de indultos presidenciales como se acostumbra en estos hechos, porque se estaría contradiciendo el gobierno en su lucha contra la violencia y el crimen, enviándose un mensaje negativo a quiénes desean vivir de forma decente y correcta, sin importar el grado de vicisitudes económicas. No tienen idea, estos jóvenes, del terreno que han perdido y del gran problema en que se encuentran. La población merece, de parte de ellos, una explicación y disculpa, aceptando públicamente que el crimen no paga.