EDITORIAL
Verdad y crimen
El quinto mandamiento de la Ley de Dios dice. "No matarás" y sin distingo de causa, cuando se priva de la vida a un ser humano, el hecho es el mismo: matar. El caso del llamado "Busero asesino" ha conmocionado a la comunidad, máxime cuando la víctima ha sido una jovencita que apenas comenzaba abrir los ojos al mundo. Pero el hecho se torna más repugnante cuando el silencio se hace cómplice de un crimen, pero tarde o temprano la verdad tiene que salir porque "entre el Cielo y la Tierra no hay nada oculto".
La complicidad no es de dos o tres, sino de una masa, pues un primero arrastra a un segundo hasta acumular un montón de apadrinadores que de una u otra forma están vinculados al agresor inicial.
La justicia tiene que ser ciega y despojarse de vínculos emocionales. Eso lo saben todos, o al menos, se supone.
La acción de los testigos del accidente, es plausible por un lado ya que a las finales se hicieron presentes para dar parte de su versión, pero es cuestionable que otras personas que se supone que observaron el hecho, no brindaran colaboración para esclarecer el hecho.
Panamá es un país pequeño y todos, a la vuelta de la esquina, se conocen, por lo que intentar ocultar algo, por muy pequeño que sea, se escapa a la luz.
El caso del "Busero asesino" no es nuevo. Primero porque no es el único "busero asesino", pues sería uno más en la larga lista de crímenes por tránsito. Pero se espera que no forme parte del listado de casos que quedan sólo en la explosión colectiva del momento.
Al mismo tiempo al involucrado hay que brindarle un debido proceso y otorgarle oportunidad para que alegue en su defensa.
Por otro lado, ya es hora que se empiecen a tomar correctivos de verdad, concretos y veraces para aquellos conductores que no respetan la vida ajena. Ahora, con el sonado caso del viernes pasado, los operativos han cobrado vida aparentemente, pero ¿hasta cuándo durará la fiebre?
La comunidad en general es cómplice de las violaciones a las leyes del orden, pues, para nadie es secreto que los irresponsables al volante hacen sus voluntades por doquier y a cualquier hora, y en ocasiones, hasta al frente de las autoridades. Y nadie dice ni hace nada hasta que sale un muerto como Ilka Chérigo.
La efervescencia está en su apogeo, pero pasado un tiempo se enfriarán los ánimos y volverán a dormirse las voluntades de los valores de la honestidad y la justicia, y posiblemente crezca más robusta la desidia de todas las partes involucradas en el crecimiento social.
Cierto que hay señores conductores que son dignos de rescatar de ese montón de irresponsables, pero son unos cuántos.
Una muerte, es una muerte sin importar las circunstancias, y la verdadera justicia está en el arrepentimiento real.
PUNTO CRITICO |
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