Es una tenebrosa tendencia que estamos viendo cada vez más y más en los crímenes violentos, secuestros y asaltos a bancos y otras entidades. Hombres usando uniformes de nuestros estamentos de seguridad están cometiendo fechorías, y cada vez con mayor frecuencia.
Muchos panameños de hecho no confían en los uniformados, y eso desde hace mucho tiempo. Las miradas con recelo hacia las unidades del orden público es algo que data desde los tiempos de la dictadura militar. ¿Pero ahora resulta que también tenemos que mirarlos con temor, como a aquellos gorilas de Noriega?
Algo realmente grave está sucediendo a lo interno de nuestra policía, la DIJ y otras entidades cuya responsabilidad es resguardar la vida e integridad de todos los panameños.
Definitivamente, que no son todas las unidades las que están podridas. Son solo un pequeño grupo. ¡Pero cuánto daño hacen! Asaltos, tumbes de droga, desaparición de armamento decomisado... de todo está pasando ahí dentro.
Mientras no se limpie la casa dentro de las instituciones de seguridad del Estado, la promesa de "más seguridad" que hizo este gobierno pasará a la historia como la burla más grande hecha al pueblo panameño desde una campaña política.
Y de plano, ningún otro gobierno podrá mirar a la cara a las personas humildes de este país y hablarles de seguridad, mientras no barran de adentro hacia afuera. La corrupción es el cáncer que destruye las entrañas de nuestras instituciones. Y por mucho que les duela, por muchos amigos que tengan dentro de estas instituciones, los gobernantes -si se hacen llamar responsables- están obligados a sacar a las malas unidades. A esos que se aprovechan de su condición de autoridad para hacer negocios a costa del bienestar de los ciudadanos a los que sirve. Cualquier otra cosa es habladuría. O se hace purga en nuestros estamentos de seguridad, o tendremos los ciudadanos de este país que armarnos y tomar la justicia por nuestras propias manos.