Jaime García nunca pensó que las excretas de los cerdos iban no solo a representar un importante abono para las plantas, si no se podían convertir en gas metano, el mismo gas que se utiliza para la cocina.
Después de un largo proceso de investigación y experimentos, el ingeniero industrial buscaba una alternativa para controlar los olores que expedían las heces de los cerdos y que afectaban al ambiente.
Viajó hasta Estados Unidos a observar cómo era el manejo de los desechos de los cerdos y aún no encontraba una respuesta para solucionar su problema, mientras las autoridades de Salud y Ambiente, solo hacían sugerencias teóricas que no solucionaban el problema.
Decidió analizar la utilización de un biodigestor que le ayudara a eliminar el problema y en ese afán comenzó a construir un diseño moderno y automático de un sistema que permitiera un manejo de las heces de los cerdos.
El problema es que los olores fétidos llegaban a la vía panamericana y provocaron el rechazo de los transeúntes quienes se quejaban por la situación.
El ingeniero industrial instaló tres biodigestores que fabricó con plásticos gruesos para impedir que el olor continuara en el ambiente.
El origen de un problema que tuvo García, ahora representa un ahorro en el costo de producción de sus cerdos y de las multicremas porque todo es un reciclaje, eliminó un problema ambiental, ya que al salir el agua del biodigestor cae en dos tinas de oxidación que ayudan a su filtración y elimina la contaminación.
Destacó que el agua que sale no lleva ningún tipo de olor fétido porque este se convierte en el gas metano que utiliza para calentar el horno.
Se trata de una curiosidad de convertir un problema en la reducción de un costo de producción que después de mucho tiempo logró una alternativa favorable para la producción de cerdos y para la fabricación de nutricremas.