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"Es demasiado bello para que muera"

Hermano Pablo | Reverendo

El bebé sacó una mano del seno materno: una mano pequeña, no más grande que la uña del pulgar del cirujano. El bisturí y las agujas trabajaron rápidamente. El cirujano debía cerrar una hernia en el diafragma que impedía a los pulmones crecer normalmente. Así que operó dentro del útero materno al futuro Blake Schultz, que no había nacido todavía.

Fue la primera operación exitosa de hernia del diafragma, hecha a un bebé que aún no había nacido. Cuando el médico Michael Harrison vio el rostro del bebé de seis meses de gestación, dijo: "Es demasiado bello para que muera."

Aquí tenemos otro de los geniales éxitos de la cirugía moderna. Un bebé, con una malformación congénita, fue operado sin ser removido totalmente del vientre materno. Las posibilidades de que la operación tuviera éxito eran de uno en mil, pero siempre hay fuerzas intangibles e imponderables actuando en ciertos casos en los que no hay esperanza. En este caso todos reconocieron el poder de la oración.

Aparte del éxito maravilloso de esta intervención quirúrgica, no deja de llamarnos la atención la reflexión del médico cirujano: "Es demasiado bello para que muera." Quizá fue por eso, impresionado por la belleza, o tal vez aun más, por la dignidad de un ser humano aunque todavía sin nacer, que el doctor Harrison redobló sus esfuerzos y echó mano de toda su ciencia y de toda su pericia.

Dios dice lo mismo acerca de cada ser humano: "Es demasiado bello para que muera." Y aunque nosotros seamos rebeldes, desobedientes, malos y depravados, y estemos plagados de vicios y de malas pasiones, Dios, Creador supremo, nos ve siempre bellos, porque Él ve la imagen de lo que podemos llegar a ser.

"El Señor no quiere que nadie perezca -afirma el apóstol Pedro- sino que todos se arrepientan" (2 Pedro 3: 9). Dios quiere salvar a toda la humanidad, y ya lo ha hecho en potencia por medio del sacrificio de su Hijo Jesucristo.

Por eso Cristo murió, resucitó y ascendió triunfante a los cielos, para corregir cualquier deficiencia que nos ha dejado el pecado, para darnos una vida de victoria y paz, y para prepararnos para su gloria eterna. Él quiere que tengamos un nuevo corazón.



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