CUARTILLAS
Sembrar

Milciades A. Ortíz Jr.
A finales de los años
sesenta circulaba en Chile una versión que a veces se convertía
en chiste. A nosotros, estudiantes de Sociología, el asunto nos servía
para tratar de comprender razones y causas de situaciones reales, que afectaban
a muchos pobres de ese país de Sur América.
Se contaba que una montaña pelada cercana a una "callampa"
(Barriada Bruja, para los panameños), fue objeto de un acto muy solemne,
donde participaron personajes que deseaban reforestar el lugar. Ante cámaras
de TV, prensa y radio, distinguidos miembros de la sociedad chilena comenzaron
a sembrar plantones en el cerro.
Con eficiencia y organización, en pocas horas el cerro quedó
cubierto de plantas recién sembradas. Los organizadores del evento
estaban contentos, pues pensaban que en pocos meses lo que ahora era un
"peladero" se convertiría en una montaña, llena
de árboles frutales y de madera. Así se evitaría la
erosión del suelo, mejoraría el aire puro del lugar y otros
beneficios más.
Pero... al día siguiente el cerro estaba otra vez "pelado"
y habían desaparecido las plantas recién sembradas! Qué
había pasado?
Sencillamente, que en la noche decenas de personas que vivían
en la barriada pobre cercana, fueron a desenterrar los plantones... para
venderlos al día siguiente en las calles de la capital, Santiago
de Chile.
Se nos explicaba a los pichones sociológicos que quienes hicieron
eso actuaban de una manera simple: ante la posibilidad de conseguir algo
de dinero para mitigar su hambre, no les importaba hacer fracasar un proyecto
de reforestación que se hacía para beneficiarlos a ellos...
a mediano y largo plazo.
También se nos indicaba que ha debido explicarse mejor los propósitos
de la reforestación, y lograr involucrar en esta actividad a quienes
vivían cerca del cerro, para que no ocurriera el vandalismo que dañó
un proyecto positivo para la ciudad.
Con este ejemplo deseo señalar dos cosas: que la reforestación
no es cosa de los últimos años sino antigua, y segundo, que
no todos comprenden sus ventajas.
Respecto a la antigüedad de la reforestación, mi papá
me contaba que en su juventud fue maestro y llevaba a los niños de
primaria algunos sábados a sembrar. Le pedía a los niños
las semillas más grandes de las frutas que comieran esa semana, y
gustaba de sembrarlas en las cercas de los potreros, para que no cortaran
las plantas cuando estuvieran pequeñas.
Mi padre estaba convencido que había que reforestar con árboles
frutales y no de madera. "Si siembras un frutal se beneficia el hombre
con su fruta, los animales con lo que deja el nombre, y finalmente, los
gusanos y la tierra cuando cae al suelo un fruto dañado. Todos se
benefician cuando se siembran frutales", repetía convencido.
Ahora la reforestación está de moda en el país,
y hasta se ha convertido en un buen negocio para algunos. Pero no siempre
siembran frutales, sino árboles de madera que no son nativos de Panamá.
Este trasplante de árboles tal vez no sea del todo beneficioso para
el país, como ocurre con ciertos bosques de pino.
El suelo debajo de los pinos se convierte en una tumba para el césped
y plantas pequeñas, porque las hojas de este árbol al secarse
forman una alfombra que mata lo que hay en el suelo. Además, los
pinos son fáciles de quemarse con los rayos y los incendios accidentales.
Por estar lleno de resina, el árbol arde con gran facilidad y los
panameños no estamos preparados para controlar estos incendios.
Pero reforestar no es obra de expertos y ricos. Cada uno de mis lectores
puede poner su "granito de arena" si siembra de inmediato una
planta, aunque sea. Si no tiene terreno, hágalo en un pote o vasija
en el balcón, o en un sitio soleado de su vivienda.
Si los panameños sembráramos todos un árbol, al
año dentro de poco tendríamos mejor aire y ambiente. Y la
vida sería más cómoda y saludable en este país,
que ha sido bendecido por Dios, ya que cualquier semilla que Ud. arroje
al piso, en poco tiempo se convierte en una planta.

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