Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir sus errores. Esto parece ser lo que ocurre en el caso de la Alcaldía capitalina, donde parece que la interpretación de las leyes tiene más influencia que la decisión soberana del pueblo.
La población sigue la trama a través de los medios de comunicación, a la espera de la decisión de las autoridades, pero sin comprender por qué no se actuó desde un principio con decisión y se dejó participar en la contienda al candidato hoy impugnado.
La situación se complica con la advertencia del abogado Miguel Antonio Bernal de que no es legal otorgar las credenciales de alcaldesa a la suplente porque el principal no las ha recibido. En opinión del jurista debe realizarse una nueva elección para el cargo.
Ante la gravedad de esta situación, el defensor del Pueblo, Ricardo Vargas, ha dicho que "el señor Vallarino ha sido elegido y cualquier situación derivada de condiciones jurídicas debe ser atendida por las instancias supra electorales".
La amnesia histórica de un país es resultado de la abulia de sus intelectuales cuyo papel ha sido vacío y leve. Si a esta actitud se suman los intereses ocultos estaremos ante un limbo similar al que impulsó el golpe de Estado de 1968.
Bosco se vio forzado a tomar una decisión difícil durante una época peligrosa para los disidentes. Debió abandonar su patria para poder sobrevivir y proteger a sus hijos y familiares. Como él han sido muchos los panameños que en el exilio debieron nacionalizarse por diversas razones.
Vallarino fue acorralado por situaciones de este tipo. Debió tomar una decisión para ofrecer seguridad a su familia y sobre todo a su madre, secuestrada y bajo amenaza por las fuerzas que de facto gobernaron al país.
Debemos estar conscientes de las consecuencias que promueve el irrespeto a las decisiones populares. Un ejemplo próximo es Irán. Ignorar la voz del pueblo puede conducirnos a un callejón sin salida, donde estuvimos en 1968, 1984 y 1989. Quizá estemos ante el final de un sistema político.