Dice un refrán que "a caballo regalado no se le mira el colmillo". En cierta forma existe algo de razón, sin embargo, yo lee agregaría: depende qué tipo de colmillo.
Cuando las personas viajan lejos de su Patria piensan en tres cosas: su familia, sus amigos yo los compañeros de trabajo. De ellos uno recuerda los momentos más felices que pasaron cuando compartían juntos. Siempre sale una que otra sonrisa loca durante el viaje. Una sonrisa que recuerda una anécdota jocosa, simplemente un vacilón.
Al llegar al país de destino y después de cumplir con la agenda de trabajo, siempre hay tiempo para conocer y hacer algo de turismo. Es aquí donde uno aprovecha, dentro de las posibilidades económicas, para comprar souvenir y después regalarlos.
No es fácil escoger si se quiere llevar un presente a cada uno, pero, si no se cuenta con suficiente dinero, lo recomendable, según analistas en este tipo de regalos, es obsequiar algo representativo de la región, sin embargo, existen ciudadanos que, por salir del paso, se dejan encantar de los vendedores en los aeropuertos que pregonan la venta de cierto tipo de licor, supuestamente representativo del país.
Si usted estima a alguien, sería muy recomendable no hacer este tipo de regalos por las consecuencias que todos sabemos que produce esta bebida. Causa división familiar, provoca accidentes de tránsito y destruye al ser humano.
Nadie está criticando la sana intención de regalar algo, sólo sugerimos que no sea perjudicial.
Para los que conocemos a los viajeros, el principal regalo es que éstos lleguen sanos y salvos a su país. Nos alegramos únicamente con su presencia. Nos agrada sobre todo que nos cuenten cómo les fue, más que un souvenir.
Si usted es de aquellos que regala licor, piénselo bien amigo.