Con los corazones desangrados y desgarrados por el dolor los moradores del pueblo Playa Leona, en La Chorrera, enterraron ayer, martes, a los hermanos Pérez Rivera, abatidos en alta mar la noche del 19 de mayo frente a Boca La Caja, en la ciudad de Panamá.
En la mañana de ayer, el patio donde muchas veces Rigoberto, de 18 años, y Dagoberto, de 16, corrieron y comieron mangos, amaneció lleno de vecinos y amigos que acompañaron a la familia en la vigilia de la noche anterior. "Nadie pegó el ojo en todas esas horas", aseguró uno de los presentes.
Con café, recuerdos, canticos religiosos y palabras de apoyo, un pueblo entero lleno de fe veló los cuerpos metidos en los ataúdes frente a la puerta de la vieja casucha de zinc donde vivieron las víctimas.
Bajo un cielo nublado, a las 10:00 de la mañana comenzó el cortejo fúnebre hacia la rústica estructura de un pequeño templo en construcción que se alzaba a lo alto de una pendiente de la comunidad.
Al mismo se llegó a través de una trocha ampliada de manera improvisada, donde el aroma de la hierba recién cortada rociaba a los marchantes silenciosos.
En el templo, el techo de zinc de poca altura y las ventanas a medio terminar aunado a la multitud que se abocó a la ceremonia evangélica, propiciaron un ambiente asfixiante y somnífero que se alimentaba con los llantos agónicos de los dolientes y el sudor que corría a chorros por los rostros de adultos y niños.
El sepelio de los hermanos Pérez Rivera dejó de manifiesto la fuerza de la fe que tiene la comunidad en Dios.
La pastora Elba Pérez recordó que los muchachos fueron los primeros en ayudar a tumbar el monte para iniciar la construcción del templo que aún está por terminar, y donde ayer los velaban, y rememoró que 3 días antes de partir hacia el último viaje, Dagoberto le pidió que los incluyera en el evento religioso que se realizará en Capira con las Misioneras de Monte Oscuro.
"A su corta edad, eran unos buenos muchachos, responsables, respetuosos y muy cooperadores", subrayó.
LA ULTIMA MISION
El viaje emprendido el domingo 17 de mayo hacia "La Maestra" tenía como misión traer, además de la pesca del sustento, peces para unos misioneros que estarían en el área. "Los peces quedaron ensangrentados", se lamentó la pastora.
RESIGNACION
A los sentimientos de impotencia y dolor se suma la resignación.
El pueblo pide justicia, aunque algunos moradores admitieron que no creen en ella.
Mientras se resuelve el asunto, los pastores, Elba Pérez y Sixto Castillo, piden a Dios que les dé fortaleza y resignación.
MUCHO DOLOR
Tumulto de recuerdos
Todos tienen una anécdota sobre los muchachos. Manuel Ábrego, uno de los sobrevivientes, recuerda que la tarde antes de retornar, Rigoberto había hecho la cena: arroz con gallina guisada.