Soy el único periodista que por casi veinte años seguidos ha recordado esta matanza... Lo hago porque yo pude ser uno de esos asesinados ante el altar de la Patria... que parece nadie quiere recordar y ¡menos su sacrificio!
He pedido a dos historiadores que investiguen esta matanza. Nada. En algunos textos de historia sólo aparecen unas dos líneas, hablando de "disturbios" callejeros.
Hace años en mis escritos decía que esos fallecidos eran "de" responsabilidad del presidente de turno. Aunque usted no lo crea, me enviaron un abogado para advertirme que la próxima vez me acusarían de injuria.
Argumenté que un presidente es responsable por todo lo que sucede durante su mandato, pero la amenaza estuvo allí, pendiente sobre mi cabeza por años. Pero no dejé de pedir ¡justicia! Para los que murieron el veintidós de mayo del año cincuenta y ocho.
Sé que afuera del Instituto falleció por bala un joven de quince años, de apellido Jiménez. Su familia todavía sufre su temprana pérdida. También murió una niña que recibió una bala perdida en un balcón.
Hay muchas verdades que no se supieron. ¿Cuántos de los nueve muertos fueron estudiantes? ¿Si se detuvieron "once francotiradores", por qué no los juzgaron? ¿Quién dio algunas armas a los estudiantes?.
Luego de unas seis horas de balacera cerrada, como me dijo el profesor de Filosofía y Comunicación Eliseo Echévez, los jóvenes dejaron el Instituto y se refugiaron en la Universidad.
Permanecieron nueve días y de allí salió el famoso "Pacto de la Colina", que quería controlar el poder de la Guardia Nacional.
El gobierno de turno impuso una férrea Censura a los periódicos. El diario LA HORA dejó de publicar artículos de opinión. Varios periódicos publicaban cuadros advirtiendo que estaba censurados.
Vi los nombres de los censores y no los divulgo para no herir susceptibilidades, especialmente entre sus familiares.
Arrestaron a varios periodistas, entre ellos al director de un medio, don Manuel María Valdés, y a dirigentes comunistas.
Un policía de la Zona del Canal, de nombre Richard Meehan recibió una bala en la espalda ese día.
En la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional tuve que usar una mascarilla de médico y guantes de caucho por el polvo de los periódicos viejos. Eso fue lo que llamó la atención del niño que me veía como si fuera un bicho raro. Estuve allí dos horas y media.
La señora Yolanda Rodríguez me atendió bien. Pidió cooperación porque no aparecen ejemplares de La Estrella de Panamá, ni LA NACIÓN y cortaron las portadas de esos días de LA HORA.
¿Será que no quieren que se sepa la verdad?
