 |
Rubén Darío Campos  |
¡Gallino pica´o, pica´o, pica´o de Panamá! Esta frase célebre, se convirtió a mediados de los años 70 en símbolo del más auténtico panameñismo y que identificó una de expresiones artísticas vernaculares más difundidas y reconocidas en nuestros días, las bien llamadas cantaderas, que mucho le deben al tesón de un caballero. Fiel creyentes en ellas. Se trata de Rubén Darío Campos, quien luego de mucho andar, logró ubicar este género artístico en un sitial de respeto y admiración por parte de todo el pueblo panameño, que en aquel momento veía al cantor de mejorana como individuo ignorante y poco educado.
El adolescente que llegó a la ciudad a los 14 años, y a quien le tocó vivir en un cuarto de alquiler, con sólo un quinto grado, ganándose la vida primero como constructor, recogedor de botellas y cotero, hoy puede decir con orgullo, que gracias a su trabajo se ha escrito una de las páginas en la historia del folclore nacional, al acreditarse el hecho de ser él quien iniciara el género de las cantaderas en la ciudad capital.
SU PRIMERA EXPERIENCIA CON EL FOLCLORE
Su primer contacto con el folclore lo materializó al escuchar un radio de transistores que en su niñez compró una tía y con lo que él considera inició su afición por la locución, allá en los años 50.
Una vez radicado en la ciudad se convirtió en oyente y asiduo asistente de la estación radial “Voz de Panamá”, que según él, era una especie de tribuna pública en donde asistía, principalmente, la gente interiorana.
Fue aquí donde inició su contacto con el medio. Por cosas del destino, en una ocasión Vladimir Hernández, famoso locutor radial, le brindó la oportunidad de manejar la consola durante uno de sus programas y así logró trabajar junto al maestro Hernández, considerado por Campos como su mayor inspiración.
Mientras que en tarima su primera vez la recuerda junto a Yin Carrizo, quien en una ocasión dentro de uno de sus bailes en el que recogía botellas, Carrizo le pidió que tomara el micrófono y digiera algunas palabras, para dar ambiente. Pues recuerda Campos que al inicio no se acostumbraba a utilizar el locutor como ahora y entre pieza y pieza se sentía un gran silencio. Y así lo hizo, para su sorpresa tuvo una gran acogida, sin saber que el destino le guardaba un lugar de respeto junto a un micrófono, su gran aliado.
LA PRIMERA CANTADERA
Específicamente en mayo de 1971 los propietarios del jardín Cosita Buena, le solicitaron su colaboración para celebrar el primer aniversario de la joven empresa, a lo que él respondió sin pensarlo que celebrarían una tarde de cantadera. Y así fue, lograron contratar a Antonio “Toñito” Vargas y Agustín Rodríguez, quienes cobraron 35 balboas cada uno y en la guitarra Quique Subía, quien sólo cobraría 15 balboas.
“Esa primera cantadera fue difícil, pues no había nada establecido y tuve que iniciar; yo nunca había visto una cantadera”. Pero confiesa que con el tiempo se le fue pegando, “Porque la cantadera es pegajosa”.
Una de las cosas que sí recalca con fuerza el destacado folclorita es que en aquellos tiempos el cantador era muy cuidadoso de su imagen; había mucha disciplina y los temas cantados eran variados y serios, cosa que se ha perdido en la actualidad, en la que el cantador se presenta de cualquier manera sin respetar a su público. “En aquellos tiempos una camisilla y buen sombrero pinta´o era reglamentarios para subirse a una tarima” indicó Campos.
Con aquel éxito la empresa decidió seguir adelante con los espectáculo y rápidamente las cantaderas se propagaron por todo el país.
Una de las cosas que hicieron exitosas a la cantadera fue que las mismas iniciaban desde la una de la tarde y se extendía hasta la noche y así el empresario podía realizar unas buenas ventas. Cosa que no ocurre en la actualidad cuando las cantaderas inician avanzada la tarde y es muy poco tiempo el que se ofrece de espectáculo para quienes siguen este género, siendo ésta, según Campos, una de las razones por la que las cantaderas hoy se encuentran en decadencia.
DEL FOLCLORE A LA POLÍTICA
Con una carrera política éxitosa, siendo actualmente la primera autoridad de San Miguelito uno de los distritos más populares de la República, cargo que ocupa por segunda ocasión. Para él, es al folclore y a su carrera como locutor a quien le debe buena parte de ese éxito, pues confiesa que su nacimiento político se dio gracias a la credibilidad y al respeto que se ganó entre los miles de panameños que a diario le escucharon, dándole vida al canto de la mejorana.
Y fue tal su audiencia, que en una ocasión recibió de manera sorpresiva, la noticia que había sido objeto de una premiación a nivel latinoamericano en la que se le reconocía como uno de los mejores locutores de toda Latinoamérica. Además de una larga lista de reconocimientos que dan fe de su trayectoria.
Rubén Darío Campos es ejemplo de que no hay mejor maestra en la vida que pasar dificultades, y no hay mejor lección que la que se aprende con la necesidad.
Próximamente Rubén Darío Campos recibirá su segundo título universitario y quien sabe que más le falta por hacer de éste un ejemplo del inmenso valor de la gente de nuestra campiña. |