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El maestro Min Acevedo y el joven cantador Arcadio Camaño en tarima.  |
Eminentemente española, la cantadera comprende una de las expresiones populares más arraigadas de nuestro hombre del campo. Conocida con diversos nombres a lo largo de nuestra America hispana, fue en la región de Azuero, donde se abonó el terreno y se inició su dispersión por toda la República.
En su obra "Tambor y Socavón" Don Fernando Zárate y Dora P. De Zárate hacen mención de la cantadera como "el espectáculo en que los diestros ejecutantes de la mejorana y cantadores de décimas exponen, ante un auditorio conocedor, sus habilidades en esas artes"; igualmente indican que se practicaban en ocasiones especiales como víspera de fiestas religiosas patronales, Velorio de la Cruz, San Antonio, Sábado de Gloria y Navidad o de manera improvisada en una "junta" o un domingo cualquiera, siempre y cuando hubiera alguien dispuesto a pagar a los artistas e incluso en el velorio de algún infante de poco menos de un año de nacido para festejar su paso a los cielos. Con todos estos elementos nos damos cuenta del origen espontáneo y digno que reviste esta expresión nacida de las entrañas de nuestros campos.
A TRAVES DE LOS AÑOS
Pero no fue hasta los años 50, que con la introducción de la radio como medio de comunicación masiva, se da a conocer las cantaderas de manera popular y fueron hombres de la talla de Bernardo Cigarruista, Francisco "Chico" Delgado, Benjamín "Min" Domínguez, Severino Medina, Agustín Jaramillo, Teodoro Batista entre otros no menos valiosos los que abrieron los senderos a los cantadores que finales del 50, principio del 60, aparecen como una generación de relevos herederos y que para muchos fueron quienes realmente la dieron un realce a la cantaderas. Figuras de la talla de Benjamín "Min" Acevedo, Antonio "Toñito" Vargas, Agustin Rodríguez, Bolívar Barrios y otros. Bien recordados fueron los afamados Clásicos de Azuero en donde estas figuras levantaron una abrumadora popularidad, lo que fue determinante en el posterior desarrollo del genero. Pasado unos años aparece un nuevo equipo de cantadores que en esta oportunidad incluirían nombres como Miguelito Cano, Miguelito Rivera, Moyo Cisneros, Bolívar Sanes, Bebito Vargas, Frank Gutiérrez, Prudencio Ramos, Lili Samaniego, Tano Mojica, Kico Rodríguez y otros. Así llegamos a nuestros días, donde oímos cantar a Armando Aizpurúa, Arcadio Camaño, Chimino Moreno, Secundino Barrios y muchos otros, que gozan de gran prestigio como herederos de la cantaderas.
LAS CANTADERAS HOY
Pero en este proceso evolutivo que toda expresión folclórica sufre, la cantadera ha perdido mucho de su carácter digno y espontáneo, pues ya para las décadas del 70 y 80, fue tal su popularidad, que de expresión meramente vernacular, pasó a ser una actividad revestida de espectáculo, haciéndose obligatoria dentro de cada evento festivo que se realizara. Aunado a esto, el desarrollo de la radio ayudó a su proliferación, logrando su mejor momento, pero la popularidad trajo consigo la aparición de una gran cantidad de cantadores, pues como nos dice José de las Mercedes Cedeño, organizador de actividades con amplia trayectoria, "Todo el mundo quería cantar" pasando por alto la seriedad de las cantaderas llegando a los insultos, a las ofensas y obviando el buen gusto, bajando la calidad lírica de estos espectáculos, pues en definitiva quien se gana el título de cantador debe tener un amplio acervo cultural para demostrar su capacidad ante los espectadores. Así también se fueron introduciendo nuevos torrentes, procedentes de países vecinos, deformando bruscamente la naturaleza del canto de la décima.
Hoy la situación se agudiza, pues la comercialización de estos espectáculos ha llevado a sus organizadores a encarecer las entradas, debido a los elevados costos de montaje. De acuerdo a Jaén, montar una cantadera de calidad en nuestros días, implica una inversión cercana a los mil balboas que se distribuyen en pago de artistas, la publicidad, la transmisión radial, el equipo de sonido, locución y otros, lo que hace que el comerciante se vea obligado a llenar la sala para lograr un beneficio, pues el mismo se logra con el consumo del público y no debemos dejar de lado el hecho del elevado costo de las bebidas.
De este modo quien va a una cantadera debe tener en cuenta que tendrá que pagar por su entrada, por la silla y la mesa que ha de usar y el licor que ha de consumir, lo que hace pensar dos veces antes de asistir a una tarde de cantaderas.
Por otra parte, la falta de seriedad en los compromisos por parte de algunos de los cantadores y la monopolización de las actividades bailables por un grupo de empresarios, están dando al traste con las que en otro tiempo fueron las queridas y bien recordadas tardes de cantaderas.
Definitivamente que todo cambia y todo debe tener un costo, pero debemos ser celosos en mantener una expresión que nos ha regalado la gracia de sentirnos orgullosos de apreciar a nuestros hombres del campo cantarle a la vida con gracia y talento. |