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opinion


HOJA SUELTA
Homosexual

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Eduardo Soto Pimentel
Eduardo Soto P.

¿Recuerdan el Cine Amador en el Casco Viejo? : Ahí fui víctima del acoso de un homosexual.

Yo tenía 12 años entonces. Cada quince días, siempre en viernes, mi santa madre me obsequiaba los 30 centésimos que había que dejar obligatoriamente en la taquilla para entrar. A parte del monopatín que construimos con madera de desecho, y que usábamos en los viejos pasillos de la casona 4-39 en San Felipe, ir a ese cine de pobres era el único "lujo" de esos tiempos.

Fue viendo Sérpico con Al Pacino que me abordó el ñaño. Primero me preguntó qué hora era, y yo no tenía ni reloj. Con un cigarrillo en su mano temblorosa me pidió fósforos, y a esa edad para qué quería yo eso. Me comentó que hacía calor; yo dije "sí". Le pude ver su rostro en ese momento: era trigueño, grandote (casi atlético) y bien feo. Tenía la frente perlada por un sudor, que aseguró era frío por el miedo -que me imagino- debía sentir al "pescar" niños en un cine. Se atrevió a acariciarme descaradamente la rodilla, y acercó su horrorosa boca a mi oído para decirme: "papasote".

Cuando sentí su mano en mi pierna, me levanté como una tromba, pero para salir corriendo por el pánico, y tal vez él se imaginó que lo golpearía y haría un escándalo porque se disparó hacia la puerta como alma que lleva el diablo.

Llegué al cuarto de inquilinato aterrado, y le conté todo a mamá Chefa, cuando regresó del trabajo. Por un largo tiempo me prohibió volver al cine, y me conformé con Hawaii 5-0 y el Hombre Nuclear en el enorme televisor blanco y negro que teníamos.

Una tarde, oí a un tipo vendiendo enciclopedias en la casona vecinal. ¡Era su voz...! "¡Ese tipo fue el del cine, vieja! ...El ñaño", le dije a mi mamá. La ira divina de mi madre afloró como lava de volcán en erupción. Con el palo de la escoba se le abalanzó y casi lo mata. No quedó parte alguna en su cabeza sin un golpe vengativo de esa mujer, que defiende su rebaño con furia primitiva, con venerable pasión.

De este episodio, y de otro con un cura que les cuento otro día, me acordé esta semana cuando escribía el artículo sobre las solicitudes gays para obtener una personería jurídica. A pesar de la nefasta experiencia con ellos, a quienes respeto como personas, pude exponer imparcialmente todas las opiniones, y me controlé al escuchar sus historias.

Mi madre bendita leyó el artículo, y yo la miré de lejos... porque tenía cerca la escoba.

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