NUSTRA TIERRA

ECOLOGÌA
El mensaje de Seattle, eco de una sabia advertencia

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Rubén Martínez Sánchez
Nuestra Tierra

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Las palabras de un jefe piel roja

En 1854 el Jefe Seattle, Jefe del pueblo indígena Suquamish, dirigió una carta al Presidente de los EE.UU Franklin Pierce, donde se reflejaba la más profunda comprensión acerca de la relación entre la naturaleza y los seres humanos.

Hoy como nunca las palabras del sabio jefe indígena tienen mayor vigencia en Panamá y en todos los rincones del mundo, en donde nuestra tierra es sometida al más cruel y despiadado asedio y sus recursos naturales son destruidos sin reparo ni control en pro de un mal denominado “desarrollo económico” de las naciones.

Seattle respondía a las pretensiones a la administración del mandatario Franklin Pierce de “comprarle” las tierras de su reserva, lo cual era incomprensible para el jefe piel roja.

Según su pensamiento sobre el amor a la tierra era inadmisible que esta fuera vendida a los “blancos” para sus planes de desarrollo, que no eran compatibles con la visión de conservación y buen uso que tenían los “indios” sobre los recursos naturales.

“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos, dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?”. Planteaba Seattle al Presidente Pierce.

La advertencia que hiciera el sabio jefe indígena parece no haber sido tomada en cuenta en ninguna parte de la tierra en donde el pavoroso sonido de las motosierras y el eco del filo del hacha se deja escuchar en todos los rincones del planeta, dando paso a la tala y destrucción de sus árboles y bosques.

Los meteorólogos y científicos hacen conjeturas sobre los graves cambios que ha sufrido el clima del planeta, en donde hay casos extremos de altas y bajas temperaturas, con sequías e inundaciones en diversos lugares.

El calentamiento global del planeta y el debilitamiento de la capa de ozono son una seria amenaza para la vida y supervivencia de todas las especies de la tierra, incluido el hombre.

Todos estos problemas tienen íntima relación con las acciones negligentes que se han cometido contra la tierra y sus recursos. Cada día las industrias y automóviles lanzan al aire de forma indiscriminada miles de toneladas de veneno.

Se vierten a las corrientes de agua (arroyos, ríos, Quebradas, lagos etc.) residuos químicos, de fábricas y talleres, sin importar la calidad del agua que el día de mañana puede calmar nuestra sed.

Aquí en Panamá, en cualquier sitio donde se erija una barriada o se construya un edificio se arrasa con todo. Si existen árboles en el entorno estos son echados al suelo por los tractores o cualquier equipo pesado.

Para el tiempo seco como la prolongada falta de lluvia que acabamos de pasar, el panorama es desolador con el monte ardiendo por todos lados. Las últimas extensiones verdes son arrasadas para dar paso al pastoreo y al cultivo.

Más de una especie animal está en grave peligro de extinción y muchos no toman conciencia al cazarlas y perseguirlas sin misericordia.

Ni hablar de la extracción de madera que amenazan con convertir en “peladeros” a lugares tan sensibles como Darién, considerado Reserva de la biosfera y la humanidad.

Los ríos se ven “inundados” con toda suerte de chatarra y desperdicios que se les arrojan. En fin, hay una carrera alocada y sin control que amenaza nuestros recursos y por ende nuestra vida misma.

Nuestra tierra sufre un grave deterioro, que todavía estamos a tiempo de mejorar. El gran jefe Seattle nos dejó un mensaje que todos debemos tomar en cuenta para entender mejor la relación de respeto que el hombre debe tener con su entorno.

“Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, sé escupen a sí mismos.

Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra.

Esto sabemos, todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida: él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo”.

 

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