Tal y como nos podría afectar la ludopatía (adicción al juego), comprar compulsivamente nos puede afectar enormemente en nuestras finanzas personales y familiares.
La publicidad siempre ha servido como un "anzuelo" para pescarnos y comprar lo que el vendedor nos ofrece. Utilizando juegos de palabras, imágenes y sonidos atrayentes, y psicología, la publicidad agresiva busca arrinconarnos mentalmente en la concepción de que no valemos nada si no tenemos el aparato de última tecnología, o el nuevo modelo de zapatos.
Igualmente, al llegar a los almacenes y centros comerciales, los anzuelos están a cada paso, cada giro de la cabeza y cada parpadeo.
No podemos ser tan ilusos en comernos todos los cuentos de la publicidad. Una parte integral de ser un buen consumidor es establecer la diferencia entre lo que queremos y lo que necesitamos. Es justo para nosotros (y para los que dependen de nosotros) comprar lo que anhelamos; pero cuando lo que anhelamos se pone en el camino de nuestras necesidades de primera mano, algo anda mal.
Cuando somos incapaces de determinar nuestras prioridades en base a un presupuesto, es cuando ocurren los cortes de luz, la correteadera de los acreedores, y las reposesiones de casas y autos.
Igualmente, las compras impetuosas pueden traer como consecuencia que nos "congueen" con productos de mala calidad.
Es bueno enseñarle estas valiosas lecciones a nuestros hijos de temprano. Que aprendan a administrar el dinero, a ahorrar y a evitar gastar sus recursos en cosas que no les rendirán ningún provecho.
A un consumidor perspicaz y prudente, nadie le echa cuentos.