Viernes 30 de abril de 1999

 








 

 


MENSAJE
"El ojo que nunca duerme"

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Primero transfirió una suma relativamente pequeña, de cien dólares. Después, al ver la facilidad con que se hizo, simplemente endosó un cheque y transfirió oros doscientos dólares más. La transferencia la hacía de la cuenta de la compañía donde trabajaba a su propia cuenta bancaria. Y en dos años, Tomasa González transfirió fraudulentamente casi un millón de dólares.

Lo curioso de este caso es que Tomara González era una empleada de confianza de la Agencia de Detectives Pinkerton, de California, especialista en investigar fraudes, robos, estafas y malversaciones. El lema de la firma es: "El ojo que nunca duerme". Pero con respecto a Tomasa González, ese ojo se durmió.

Lo cierto es que ninguna cosa humana es totalmente perfecta. La Agencia de Detectives Pinkerton lleva 141 años de estar en operación. Cuenta con los mejores detectives privados y un equipo electrónico de primera. Investiga a todo el mundo, es decir, a todo el mundo menor a sus propios empleados. El "Ojo que nunca duerme" por lo menos una vez se durmió.

El mejor perro guardián puede quedarse dormido y dejar al ladrón. La mejor alarma contra ladrones puede dejar de funcionar cuando más falta hace. El mejor policía puede despreocuparse en su auto y no escuchar el llamado de auxilio. El mejor guardafaro puede descuidarse y no vigilar la costa como debe.

Los griegos se imaginaron a Morfeo, el dios del sueño, como un joven simpático, de suaves maneras y un hablar seductor que adormecía. Tal parece que Morfeo es uno de los dioses del mundo presente.

Sin embargo, hay un ojo que nunca duerme. Un ojo que vigila constantemente. Un ojo que, de día y de noche, se pasea por toda la tierra, y todo lo penetra y todo lo ve y todo lo conoce y todo lo juzga. Es el ojo de Dios.

Ve tanto el ojo de Dios, que hasta conoce nuestros pensamientos antes de que éstos se conviertan en hechos. Conoce las intenciones de nuestro corazón antes de que produzcan sus maldades. Nadie se libra de su ojo. Nadie escapa jamás a su visión. Nadie puede esconderse de su mirada.

Gracias a Dios que a pesar de conocer todas nuestras intenciones por ser Dios, El no nos condena. Es nuestro pecado mismo lo que nos condena. Sin duda Dios conoce todos nuestros hechos, todas nuestras intenciones, todos nuestros planes, pero El no quiere condenarnos sino salvarnos. El no desea castigarnos sino perdonarnos. Busquémoslo con confianza. El nos espera con los brazos abiertos. Busquémoslo, y El nos perdonará y nos salvará.

 

 

 

 

FARANDULA
Héctor Tricoche

 

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