VARIEDADES


Colonenses: al estilo gallo

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Enrique Watts Ríos
Crítica en Línea

La mayoría de los hombres colonenses tienden a tener una eyaculación precoz en medio de un carnaval de gritos de placer que parecieran más bien parte de una obra teatral. Al menos así piensan unas 16 alternadoras de los pocos bares de diversión nocturna para hombres que hay en Colón.

Critica conversó con algunas de ellas, de nacionalidad colombiana, quienes aseguraron que los machos de Colón prefieren beber para luego ir a la cama y no son muy dados al juego pre coito, que consiste en caricias íntimas y que asegura la satisfacción de ambos.

Por seguridad, la fuente, una esbelta dama que no alcanza los 24 años, dijo que su trabajo le permite acostarse con al menos tres hombres cada noche, pero que sólo uno puede llegar a los 10 ó 15 minutos de ejercicio sexual. "Aquí nos obligan a que utilicemos el condón y aún así, muchos de estos muchachos una vez logran la penetración, no llegan ni a los 5 minutos cuando han terminado", explicó Angela.

Según Angela, la mayoría son gritones y otros son hasta poco delicados; "creen que son Superman y a la hora de la hora, se bajan tan rápido", indicó. Como dato interesante, la mayoría de ellas no le echa sólo la culpa a los hombres, sino a la deshonestidad que mantienen sus amantes, esposas o compañeras en la cama.

"Si tú no le hablas a tu pareja, cómo puede corregir lo que no está bien en el sexo", precisó. Hasta en broma señalaron que muchas de las mujeres panameñas necesitan recibir de ellas seminarios sobre cómo atender a sus machos, para que no busquen en la calle, lo que no encuentran en casa. La mayoría de los hombres que acuden a los burdeles de Colón, son empleados de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y de los puertos del sector, sin descartar ciudadanos asiáticos y quienes empeñan sus escuálidos salarios por minutos, horas, o una noche de placer.

Para ella y su amiga Claudia, de 21 años, lo que hacen no es por placer sino por dinero, con la necesidad de enviar giros a su país natal, donde se encuentran sus familiares y hasta hijos que desconocen que su madre se dedica a la prostitución, aunque sea de manera legal.

Los clientes en estos bares ya no son extranjeros, como ocurría hace 4 años cuando existían algunas bases militares norteamericanas en Colón. "Con los gringos el negocio era bueno, así nos dicen algunas paisanas que están en Colombia y que trabajaron aquí", señaló.

"Estos canaleros ganan muy bien y gastan hasta 100 dólares en una noche, pero a veces sólo se beben una cerveza, suben al cuarto, pagan los 20 balboas y se van", manifestó. Con la llegada de los cruceros se pensaba que la situación económica de estos bares mejoraría, pero la realidad es que también se comen un cable.

 

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