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Por: Milcíades Ortíz | Catedrático

Soy un flojo al ver sangre. Me mareo y me da náuseas. Por eso tenía que mirar para el lado contrario del pinchazo. Todos los meses pasaba por eso que algunos consideraban una tortura. Para mí era algo hermoso y muy humano.

Ser donante voluntario durante seis años fue una experiencia que nunca olvidaré. Todo comenzó con la matanza del sesenta y cuatro. Mi humilde contribución fue donar sangre. Entonces comprendí el tremendo valor que tenía dar algo de mí para salvar vidas.

Así que todos los meses iba de voluntario al Banco de Sangre del Hospital Santo Tomás. Algunos no comprendían este gesto. Conocidos hacían burla de mi afán por dar sangre. Hasta llegaron a sugerirme que "le sacara algo de plata" y la vendiera.

Cuando estudiaba Sociología continué donando sangre. Todo acabó al sufrir una hepatitis por estar metido en el monte, ayudando a los campesinos a mejorar sus condiciones de vida.

Aunque hayan pasado treinta y cuatro años de esto, todavía siento el deseo de dar mi sangre para salvar la vida de otro ser humano.

Pensé en todo esto la noche del trece de febrero pasado en David, Chiriquí. Tuve la oportunidad de conversar con la licenciada Xiomara Alvarado de Jiménez, jefa del Banco de Sangre del Hospital José D. de Obaldía.

Con el entusiasmo que la caracteriza, me habló de un plan que propusieron expertos japoneses. La idea era centralizar los dispersos Bancos de Sangre para mejorar su eficiencia.

Lamentablemente como sucede a veces, todo quedó en proyectos. Le pregunté por los "donantes voluntarios" y se sonrió. Dijo que casi no había.

Así que hay que promover las donaciones de sangre en todo el país. Recuerdo aquella campaña que "alguien vive, cuando alguien da".

La licenciada Xiomara de Jiménez me aseguró que ahora existen sistemas muy seguros para evitar contaminaciones con la sangre donada.

Y volví a recordar el sudor que me recorría la espalda, cuando sentía el chuzo de la inyección penetrar mi vena. Pero al pensar que estaba ayudando a salvar una vida, todo mi miedo desaparecía. Ojalá esto lo comprendan algunos panameños y donen su sangre.



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