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Lunes 21 de febrero de 2000




MENSAJE
La sepultura del hombre pobre

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Hermano Pablo

La mujer, de sesenta y un a�os de edad, muri� durante el sue�o. Su muerte fue r�pida, indolora, sin agon�a, sin angustia. Pas� de un sue�o al otro sin ruido, sin l�grimas, sin penas, sin adioses.

Su esposo Haroldo Barnett, de sesenta y ocho a�os, mir� largamente el cad�ver de su amada esposa, y pens� en su problema: No ten�a sepultura comprada, no ten�a seguro de vida, no ten�a bienes que vender y no ten�a un solo centavo en el bolsillo.

Tom� entonces el cuerpo de su esposa, lo llev� en el silencio de la noche a un sitio solitario en el campo, cav� una sepultura y all� lo enterr�. Pero con esto, aunque no ten�a alternativa, infring�a la ley del estado. Por su infracci�n le dieron un a�o de c�rcel.

En aquel lugar la ley era inflexible. El que enterrara un cad�ver humano en un sitio que no fuera un cementerio municipal comet�a un delito contra el medio ambiente, lo cual era punible con un a�o de c�rcel.

Sin embargo, con todo y lo necesaria que es, la ley no contempla el drama humano que hay detr�s del entierro de un ser amado. No considera el sufrimiento de un hombre que a los sesenta y ocho a�os de edad no tiene nada: ni casa, ni sepultura, ni ahorros, ni parientes ni amigos. S�lo tiene un muerto querido, y est� obligado, en la forma en que pueda, a disponer de su cuerpo. La ley no mira las l�grimas porque no tiene coraz�n. La ley s�lo toma en cuenta los reglamentos de los que est� compuesta.

No obstante, la ley es necesaria. Es ella la que establece los par�metros que sirven para mantener en paz a la comunidad humana. Los legisladores escriben las leyes con el cerebro, no con el coraz�n. Y aunque en la mayor�a de los casos quienes las quebrantan lo hacen en abierta rebeld�a, es dif�cil para el que tiene coraz�n sincero comprender el porqu� de la mano inflexible del legislador.

Con todo, hay otro Legislador que, aunque es inflexible en cuanto a la ley moral -porque quebrantar su ley le produce al delincuente destrucci�n-, tiene coraz�n tierno y comprensivo para los que, en su momento de debilidad, en sincera y humilde contrici�n le piden ayuda.

La Biblia dice que Dios carg� en Cristo el pecado de toda la humanidad (Isa�as 53:6). Y todo hombre y toda mujer pueden descargar de su alma el peso del pecado, cualquiera que sea, haciendo de Cristo su Salvador y su Se�or. �All� donde abund� el pecado, sobreabund� la gracia�, es la declaraci�n magistral del ap�stol Pablo (Romanos 5:20). Esa gracia es nuestra. Acept�mosla.

 

 

 

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