La necesidad de obtener más dinero para llenar las arcas del fisco y proponer una política socioeconómica es la base de esta reformas fiscales que tanto se han comentado en los últimos días en Panamá.
Por un lado se habla de "equidad" sobre la base de quitar al que más gana para que los beneficios lleguen a los que nunca reciben nada, sin embargo, para el común de los panameños, esto no parece plantearse seriamente porque altos funcionarios aún gozan de privilegios que deberían eliminarse.
Las reformas fiscales abordan muy sutilmente conceptos que ponen en evidencia una lucha de clases que se ha tratado de forma verbal. Todos hablan de la gran brecha entre ricos y pobres, sin embargo, hasta ahora los que más la han criticado son precisamente el sector empresarial que advirtió que a partir de hoy realizarán se manifestarán.
Los representantes de las 14 cámaras de comercios que integran la FEDECAMARAS advierten que si no son escuchados se irán a un paro indefinido de labores.
Según los empresarios, el gobierno los ha mareado al ofrecerles una alternativa al impuesto conocido como IRMA, que al final es lo mismo.
No cabe duda que un país sin dinero no puede hacer frente a las necesidades de la sociedad. Nadie cuestiona que se busque una fórmula. Lo que ha trastocado el orden ha sido el manejo de la propuesta legislativa, sin hacer partícipes a todos los sectores y sin tomar en cuenta, ahora, que el tecnicismo con que se envían los mensajes al pueblo empañan cualquier orientación que debe conocer los panameños de los barrios populares.
Toda acción de cualquier gobierno del mundo debe invocar primero a Dios para que sea Él quien llene de sabiduría a las autoridades, por ello apelamos al diálogo de altura permanente para éste y los demás proyectos legislativos venideros.