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Ranqueado

Milciades Ortíz | Catedrático

El ladrón me habló en confianza, tal vez porque era un joven con poca experiencia en asuntos judiciales. Me dijo que "yo no soy un ladrón cualquiera. Yo estoy "ranqueado" y por eso se me respeta en el barrio".

Para demostrarlo, sacó de su cartera un viejo recorte de periódico. Allí aparecía con el clásico letrero en el pecho señalando el número de detenido.

Lo que para la mayoría sería una vergüenza, para ese maleante era una especie de diploma que lo distinguía.

En otra ocasión, uno de los detenidos me mostró la barriga con una cicatriz redonda. "Eso fue una balazo que me dieron, pero salí con vida", dijo con orgullo.

Yo era Oficial Mayor de un juzgado penal. No comprendía las "categorías" que existían entre la maleantería de los años sesenta.

También supe que ir a Coiba producía respeto o miedo en los círculos familiares y de amigos.

Pensé en esas realidades el otro día, con motivo de críticas que hizo el Presidente a programas de televisión (telenovelas) sobre personajes de narcotráfico colombiano.

Y él no es el único que se queja de la difusión de esas series, que podrían provocar malas ideas en jóvenes inexpertos y sin valores.

Nadie niega la influencia que tienen películas y series de televisión en el público. Desde peinarse o vestir de manera parecida a los héroes, o hablar como ellos, no se sabe a ciencia cierta hasta dónde puede cambiar la conducta de los espectadores.

Claro que esas series terminan con la muerte o detención de los "capos" y su pandilla. Pero la mayor parte del tiempo se ha visto que viven como reyes, con dinero abundante para sus lujos.

Incluso, las mujeres que los acompañan parecen estrellas de Hollywood.

Pienso que hay jóvenes que quieren vivir "fácil", conseguir dinero sin mayor trabajo y caen en "malos pasos".

He escuchado a jovencitos maleantes decir que no les importa morir, porque al fin y al cabo "todos vamos a morirnos". O sea, que la muerte o el arresto no les causa demasiado miedo.

¿Quién asegura que algunos de ellos no tengan una "transferencia" con esos personajes, y quieran imitarlos para disfrutar de sus bienes mal habidos?

Es cierto también, que películas y telenovelas pueden tener mensajes positivos para el público.

No es fácil el asunto. Se debe buscar una solución que beneficie la salud moral de los panameños.




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