El trabajo y el entretenimiento han sido elementos estelares tomados muy en serio en las manifestaciones de la vida pueblerina. Estas dos particularidades compactadas de forma complementaria han uniformado las faenas domésticas del ser humano, impregnándoles profundas severidades a la formalidad organizada, selladura de identidad a través del tiempo.
Se diría que desde el inicio de su tendencia social, llegaron con ella el trabajo y la producción en todas sus facetas virtuales y avocándose a la conclusión debida de entregarles unos días a la oportuna jarana como premio de su tesonera labor, ofreciendo el libre paso a la galanura y al jacarandoso litri. La diversión es la práctica de disfrutar en solaz y esparcimiento tan saludable, variando, aunque sea transitorio, los complejos compromisos que nos depara la existencia.
El ser que piensa a profundidad, como aquel que levanta el edificio en uso de la fuerza motora multiplicada, igualando al que hace producir la tierra, agachando con sacrificio el lomo, tiene igual razón de desviar la vista en refresco del pensamiento con una buena música moviendo el trasero con destreza y maña. Ella nos alegra la vida, contribuyendo a mitigar los inclementes desmanes proporcionados por las frecuentes calamidades que nos taladran con repetición. Las fiestas mueven el espíritu, alejándolo de las tribulaciones, poniéndolo en libertad, como quien desata la bestia que ha estado por mucho tiempo en cautiverio. No tenemos mando para truncarle al pueblo estos gustos y voluntades, él se los gana con el fruto de su trabajo.
Cuando joven, esperaba con demencia la hora del sarao, para irme a desplazar estirando con rapidez todo el sistema estriado del cuerpo refinándolo en el período nocturno. Sigo sin explicarme ¿por qué dijeron que iban a suspender los carnavales tan codiciados y esperados por el pueblo?, festividad donde los músicos locales tienen la oportunidad de trabajar y ofrecer el arte de sus hermosas habilidades sonoras.