MENSAJE
Por no querer escuchar
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Fausto Hinojosa miró
el camino, miró el tablero de su camión y miró el cielo.
Estaba nublado y sin estrellas. Pero eran ya las doce de la noche, y tenía
que seguir. Su cerebro también estaba nublado y sin estrellas. Había
bebido alcohol, demasiado alcohol. Pero Fausto se tenía por buen
chofer, y de todos modos arrancó.
A los pocos kilómetros había un cruce de tren a nivel
en el camino de Sonora, México. Y Fausto se empeñó
en cruzarlo a pesar de la proximidad del tren.
El convoy lo chocó por el medio. Fausto Hinojosa fue arrastrado
varios metros. No perdió la vida, pero en el accidente perdió
las dos manos y las dos orejas.
Amigo, hay muchas clases de accidentes en los caminos, y por muchísimas
causas diferentes.
El alcohol es uno de los factores más comunes. El que sufrió
Fausto fue muy serio.
El hecho de quedar sin manos y sin orejas deja un fuerte simbolismo.
Con las manos trabajamos, escribimos, damos agua, damos cariño.
Y con las manos también herimos, falsificamos firmas, alteramos cifras,
derramamos sangre. Igual con la oreja, el órgano exterior de nuestra
facultad auditiva.
Por el oído escuchamos, percibimos, aprendemos, descubrimos.
Pero al igual que Fausto, podemos también usar nuestras manos
y oídos para nuestra destrucción.
Amigo, para su propia sobrevivencia y para obtener la paz y satisfacción
mientras vive, use sus miembros para bien. Con esas manos fuertes que tiene,
sirva al prójimo, guíe a su familia, acaricie a su esposa
y adore a Dios. Y con esos oídos perceptivos que tiene, atienda el
cariño de su cónyuge, oiga la plegaria de sus hijos, escuche
el consejo de sus amigos y acate la voz de Dios. El sagrado libro dice:
"Si hoy oyeréis su voz, no endurezcáis vuestro corazón"
(Salmo 95:7,8).
El servir a Dios es una decisión, es una determinación.
Use, amigo, sus miembros para servir a Dios.


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