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Este modelo luce un combinación futurista de chaleco y zapatillas de nylon metalizado.  |
La pasarela de la moda masculina de Milán para la temporada otoño-invierno 2003-2004 levantó el telón con una sugestiva escena de sofá en la que el “nuevo macho” de Dolce & Gabanna cortejó a los consagrados iconos de Versace.
Domenico Dolce y Stefano Gabbana apostaron por un pronunciado giro con una colección acentuadamente varonil, sin sus habituales toques femeninos, y referencias explícitas a los astronautas y los militares exploradores.
Del otro lado Donatella Versace, acompañada de una rutilante Sharon Stone, se inspiró en sus divos más amados, el cantante Sting, los actores Johnny Depp y Jack Nicholson y el futbolista Beckham, para presentar un desfile impregnado de colores indefinidos y una sofisticación desenvuelta, sin acentuar las líneas ni los contornos.
Dolce & Gabbana acompañaron sus propuestas de unas reflexiones sociológicas que parten de la certidumbre de que el hombre moderno ha cambiado sus puntos de referencia, que no son ya los viejos ejecutivos, sino gente como Eminen, Puff Daddy o Moby.
Hay muchos nuevos jóvenes ricos, argumentan los modistos, que no son hijos de papá, sino aquellos que a los treinta años han tenido éxito porque han dado con una idea, una canción, un programa de ordenador o una ocupación inventada por ellos mismos.
A estos “ricos precoces”, que detestan los gustos burgueses, pero que aman el lujo, Dolce y Gabbana proponen largas parkas de felpa, una serie infinita de tejanos en denim gris, pantalones y abrigos superlativos (talla 58 para los jóvenes que usan la 48).
Una colección sin ninguna concesión al romanticismo, dedicada a la necesidad de protegerse (cierres, cinturones, rellenos) y animada de un espíritu militar impregnado más de la exploración que de la guerra.
La puesta en escena del desfile de Dolce & Gabbana jugó con una pasarela de ciencia ficción, en la que no faltó un espacio lunar para la llegada del hombre-Apolo 13, y un cierre de lujo con el fin de subrayar la virilidad juvenil con las modelos Eva Herzigova, Naomi Campbell y Rie Rasmussen vistiendo prendas masculinas.
Donatella Versace, con Sharon Stone a su vera y la propia Herzigova y Fernanda Tavares sobre la tarima, presentó un guardarropa de sastrería calculadamente descompensado, con piezas opuestas para contrastar, como un pantalón de nylon de aviador y una chaqueta de corte más bien clásico de cachemir.
Con el pensamiento puesto en sus queridos iconos del celuloide y la vida mundana que con tanto porte llevan su ropa, la estilista cambió el estilo deportivo para las citas nocturnas por otro de corte victoriano, de líneas pulidas, del que es ejemplo un chaquetón con seis botones muy perfilado pero desestructurado.
En su versión más juvenil, Versace toma como modelo al Sting de “Quadrophenia”, el filme de culto de los mod’s, o los primeros pasos del hip hop con sudaderas con capucha y vaqueros debajo de un gabán de ante vuelto y el collar con la leyenda “subversive”, repetida en los bolsillos de los pantalones y el cinturón.
En ese filón deportivo excava la marca británica Burberry, que también desfiló en Milán, con una colección de su diseñador Christopher Bailey para la próxima temporada invernal basada en las innovaciones técnicas y el culto a la funcionalidad.
Las prendas a cuadros inspiradas en el automovilismo compartieron pasarela con los pantalones calcados del mundo del esquí, las chaquetas hechas con el resistente tejido de las velas de los barcos o los zapatos que recuerdan a los botines de los ciclistas.
Para el frío y los tiempos difíciles, la firma Jil Sander puso en escena el chaleco-armadura, inspirado en los robots, hecho en nylon metalizado, que se lleva con unas zapatillas de idéntico calado, en este caso de la marca Puma.
Para que no faltara de nada, Etro presentó su colección a bordo de un tren de época, que hizo un viaje de ida y vuelta entre dos estaciones de la capital milanesa. |
