América Latina sigue siendo una zona difícil para Washington, aunque siempre hay nexos comunes más allá de la mera cuestión de las cercanías. Pero para la ala derechista que domina tanto a la Casa Blanca como a El Capitolio, las cosas sse ven color de hormiga, debido al resurgimiento de regímenes izquierdistas y populistas.
Mientras el Pentágono se aboca hacia una larga confrontación en Irak, y tal vez Norcorea, el denominado “Patio Trasero” de Estados Unidos es un hervidero político social. Tal cual como lo planteó la teoría “Zimmerman”, de aprovechar desconciertos y el descuido de Washington, para ganar terreno en América Latina, el fenómeno de la globalización generó muchos más enemigos que la Casa Blanca puede tolerar en nuestro hemisferio.
Ante esto, el presidente estadounidense George W. Bush, anunció la designación como responsables de la política para América Latina a los conservadores Otto Reich, como enviado especial del Consejo de Seguridad Nacional para la región, y Roger Noriega, actual embajador ante la OEA, como secretario de Estado adjunto para asuntos hemisféricos.
El polémico anuncio de Bush reabre heridas de la Guerra Fría, regresando al poder a parte del equipo de “halcones” del ex presidente Ronald Reagan, entre ellos John Negroponte, embajador ante la ONU; Elliot Abrams, asistente especial de Bush para Medio Oriente y el ex almirante John Poindexter, a cargo de una agencia de espionaje interno creada tras los ataques del 11 de septiembre del 2001.
El comunicado de la Casa Blanca señala que Reich es “enviado especial” -no “presidencial”- y que deberá reportarse a la consejera de Seguridad Nacional de Bush, Condoleezza Rice.
Para muchos analistas internacionales latinoamericanos, la elección de Reich y Noriega sólo harán alejar más a Estados Unidos de su relación bilateral con la América Latina. Como secretario de Estado adjunto, Reich recibió duras críticas cuando pareció apoyar el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente venezolano Hugo Chávez. Hasta el secretario de Estado, Colin Powell, tenía fuertes discrepancias con Reich, nacido en Cuba y férreo anticastrista.
La Casa Blanca indicó que Reich coordinará iniciativas de política a largo plazo, como el Programa de colaboración entre Estados Unidos y México, la Iniciativa Regional Andina, la Iniciativa que considera al Caribe como una Tercera Frontera con Estados Unidos y la Iniciativa para una Nueva Cuba.
Cuando Ronald Reagan era presidente, Reich dirigió la oficina de Diplomacia Pública del Departamento de Estado. Algunos le acusaron entonces de haber propiciado actividades encubiertas de propaganda para influir en el Congreso y facilitar la concesión de ayuda a la oposición armada nicaragüense (“Los Contras”), pero nunca fue inculpado formalmente de ningún delito.
Este craso error de la diplomacia norteamericana sólo empeorará las relaciones con los vecinos al sur del Río Grande, en la frontera mexicana. Ojalá que algún día la dirigencia estadounidense pudiera comprender que América Latina es un mundo cambiante, con un enorme potencial económico que debe aprovecharse, más aún cuando existe una gran comunidad hispano hablante en la Unión Americana. |