Érase una vez dos hermanos: uno llamado Caín y otro llamado Abel. El primero se dedicaba a cultivar la tierra, y el segundo, a criar ovejas. Cierto día, Caín llevó a Dios una ofrenda del producto de su cosecha. Asimismo, Abel llevó las primeras y mejores crías de sus ovejas. No obstante, Dios miró con agrado a Abel y a su ofrenda, empero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Entonces Caín enfureció bastante y puso mala cara.
-¿Por qué te enojas?- preguntó el Eterno - si hicieras lo bueno, serías aceptado, pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él.
Más adelante, Caín mata a su hermano Abel; y en consecuencia, Dios lo reprende y le anuncia el siguiente castigo:
-"Quedarás maldito y expulsado de esta tierra y tendrás que vagar por el mundo sin poder descansar jamás"
-Yo no puedo soportar un castigo tan grande. Cualquiera podría matarme- replicó preocupado Caín.
-Si alguien te mata, será castigado siete veces- aseguró Dios
Entonces el Señor puso una señal a Caín para advertirle al que lo encontrara que si lo asesina, sería castigado siete veces.
Mensajes: 1) Podemos dominar el pecado: fue el mismo Dios quien dijo a Caín que si se hace lo bueno, podemos vencer la tentación. Lastimosamente, Caín no tomó en cuenta tal enseñanza. 2) Dios nos ama aún cuando nos castiga: El Señor, pese a haber dictaminado castigo por el crimen cometido, escuchó la preocupación de Caín, y, en su inmenso amor, atenuó la pena marcándolo para que nadie lo matara. ¡Y es que su amor y misericordia son infinitos!