Quién no ha cantado con emoción "Viejo, mi querido viejo... ahora ya camina lento..." La recordada pieza musical del cantautor chileno Piero, fue dedicada con todo cariño y respeto a su padre.
Así me dijo hace tres años en un concierto que dio en Chiriquí. Esta canción se ha convertido en la favorita para homenajear a los padres en su día, en América Latina.
En algún momento de nuestras vidas la hemos escuchado. Incluso los más "nuevecitos" (jóvenes y niños). Y, se puede decir que quizás a ellos se las dediquen, si tienen la dicha... de llegar a viejos.
Esta palabra a muchos no les gusta. Los hace pensar que el que llega a viejo debe ser avergonzado por su edad. Hay personas que se olvidan que en casa tienen a sus queridos viejitos, y sin ninguna razón en la calle le gritan con desprecio "viejo", a otros ancianos. Lo que no te gusta que te hagan, no lo hagas a los demás.
En vísperas de Navidad, me tocó escuchar el tono tan alterado con que una mujer joven y pasada de peso (pienso que la discriminarán por ser "llenita") señaló despectivamente a un señor como viejo. La persona fue objeto de la ira de esta mujer, sólo porque él le contestó que cuando la llamaron (por su número en la fila) para envolver los regalos ella estaba distraída hablando y perdió su turno.
Por cierto, la mal educada les gritó a las empleadas del reconocido almacén de forma vulgar. La ironía es que la joven mujer iba acompañada de su anciana madre.
¿A cuántos panameños algunos que se creen eternamente jóvenes, no los habrán hecho pasar una incómoda experiencia, insultándolos por tener canas? Es más, probablemente ni siquiera respeten a sus padres.
Es triste que nuestros mayores no merezcan en estos tiempos, la admiración y respeto que sus sienes plateadas lo ameritan. No sólo por los años ganados con el tiempo, sino por sus logros, como buenos padres o simplemente por la vida sencilla y llena de buenos ejemplos que heredan a nuestra sociedad.
La palabra viejo no debe ser empleada para discriminar a aquellos seres que hoy disfrutan de la gracia de sus mejores años. Debe ser reconocida como el sinónimo de la sabiduría que brinda la experiencia en el vivir.