Ayer arrancamos la última hoja del calendario de 2010. Hoy, abrimos la puerta a un 2011 donde la fe y la esperanza deben tener paso expedito, igual que la tolerancia, el amor, la paz, el perdón y la gratitud.
En este largo caminar por la vida tenemos que reaprender a justipreciar los dones con los que Dios, el Hacedor Supremo, nos regala cada segundo. Empezando, precisamente por la misma oportunidad de vida.
Sacar espacio para cuidar este valioso tesoro que es la salud es necesario.
No menos importante, en un 2011 que se pinta escurridizo como los que le han precedido, es dejar espacio en la agenda para fortalecer los lazos espirituales, familiares, amicales y comunitarios, así se construye una red que ayuda a superar escollos.
Por otra parte, organizarse, respetar la naturaleza, refugiarse en la oración, trabajar acorde con metas a corto, mediano y largo plazo, revisar la lista de prioridades, leer, estar abierto al aprendizaje (de todas las situaciones y todas las personas), aligerar el equipaje (sacar el resentimiento, odio, celos, ansiedad, envidia, hipocresía, egoísmo y otras hierbas malsanas) es de rigor, si queremos caminar sin cadenas hacia la autorrealización personal.
Para concluir estas reflexiones y consejos, opino que en este año recién nacido son bienvenidas todas las muestras de tolerancia, solidaridad y amor al prójimo. Producen dulces frutos.