OPINION


No guillotina, sino SIDA

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Por Hermano Pablo
Reverendo

Llegó a ser el nuevo "Fantasma de París". Durante tres años sembró el terror entre las mujeres que vivían solas en aquella ciudad "iluminada". Eludió hábilmente toda trampa que le tendió la policía. Escapó por medios increíbles, confiando en su buena suerte y en su habilidad. Hasta se permitió el lujo de avisar cuál sería su próxima víctima. Pero al fin Thierry Paulin, drogadicto de veinticinco años, cayó preso. Convicto de veintiún crímenes, merecía la guillotina. Pero la cuchilla nunca llegaría a darle su mordisco tajante. Enfermo de SIDA, tenía los meses contados.

"Tal parece que Dios está castigando a este hombre, antes que los tribunales de Francia", comentó el jefe de detectives, Paul Laurent.

Desde 1980 hasta el presente, la enfermedad mortal conocida como el SIDA viene ocupando las primeras planas en los diarios. Se ve principalmente entre quienes tienen relaciones homosexuales y extramatrimoniales, y entre drogadictos, y cada vez que agarra a una víctima, no la suelta. Y sigue siendo una enfermedad incurable.

�Será castigo de Dios? �Tendrá razón el detective Laurent? �Será la mano del Eterno, la misma que sumió a Sodoma y a Gomorra en un mar de fuego, por ese mismo pecado, la que ahora azota a una sociedad que ha aprobado las relaciones extramatrimoniales y ha dado legitimidad a la homosexualidad? Dios no ha hecho más que establecer leyes morales y espirituales que, cuando se violan, se encargan del castigo. El apóstol Pablo escribió: "No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra" (Gálatas 6:7).

Esto es un misterio que difícilmente podemos entender, y sin embargo es tan cierto como el amanecer de todos los días. Dios manda castigo, no para darse el gusto de hacernos entender que �l es el Juez Supremo. �l manda el castigo para que nos humillemos ante �l como nuestro Creador; para que le entreguemos a �l nuestra vida; para que, reconociéndonos incapaz de velar por nosotros mismos, busquemos la ayuda divina.

La Biblia misma dice que Jesucristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. El que se encuentra hundido en el mar del fracaso, sólo tiene que decir humildemente: "Señor, �ayúdame!", y con toda seguridad Cristo entrará en su vida.

 

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