Alberto "Torpedo" González
�Ya pasó el Carnaval! Felices tiempos idos que me han dejado el cuerpo, lector, más que molido, y sin una peseta para cortar la goma, esa maldita cosa que al bebedor embroma.
Te he gozado bastante, no lo puedo negar, pues yo sé de la vida todo el juego sacar, pero estoy que no puedo ni estirar una pata y me cuesta trabajo hilvanar esa lata.
Estas fiestas quedaron como nadie cría y reinó en esta urbe nuestra Dios Alegría. Merecen un aplauso que retumbe en el Istmo la Junta del Gran Jácome y la otra de turismo. Ambas han laborado con singular acierto y por eso con gusto estas líneas yo vierto.
El desfile del martes me dejó turulato y por un par de ojos por poco que me mato. Era ella una Reina de singular belleza que no tenía un defecto de pies a la cabeza, era una Soberana de piel como de raso que cabalgaba airosa, lector, sobre un Pegaso.
Qué simpática estaba, qué linda, qué divina y cómo de sus labios como una serpentina volaba la sonrisa para los siervos suyos que decía que esos ojos eran cual dos cocouyos.
Los carros alegóricos merecen nota aparte, porque se distinguieron, no hay duda, por el arte, pero hay dos que enfocaron mis pupilas absortas que de tanto mirarlos quedaron como tortas.
Me refiero al llamado "Unión Bolivariana" donde iba ese Pegaso con esa Reina ufana y ese otro que por lo típico debe ganar un premio, el de las polleras con su rancho bohemio nacido de la mente de un gran artista criollo llamado Leoncio Ambulo, hombre de gran meollo, que tiene ante sus ojos un porvenir si continúa sin miedo echando "pa" adelante.
Yo soy de los que opina contra toda la crítica que no debía romperse esa tregua política y que mejor sería para evitarnos males celebrar todo el año, lector, los Carnavales.
Yo lanzo, pues, la idea y espero la acogida de cuanto renegamos de esa ciencia podrida y en vez de echarle "Viva, Crítica en Líneas" a tanto candidato viviríamos a Momo un rato y otro rato.
