Érase una vez, un rey de Judá llamado Ezequías. En aquella época, Asiria tenía un rey malo de nombre Senaquerib, quien había sitiado Jerusalén, quedando la ciudad acorralada "como un pajarillo en su jaula", al decir del propio Senaquerib. El soberano asirio envió embajadores con una carta que amenazaba al rey Ezequías y a su pueblo con que no se salvarían de los ataques del ejército asirio. Parte de esa carta mencionaba:
"Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por Él".
La misiva asimismo comparaba al Dios de Israel con los dioses falsos de otras naciones que fueron derrotadas por Senaquerib y sus antepasados: "¿Cuál de todos los dioses de esos pueblos que destruyeron mis antepasados, pudo salvar a su país de mi poder? ¿Por qué piensan que su Dios puede salvarlos?".
Ezequías, preocupado, pidió al famoso profeta Isaías que orara por su pueblo. Luego, fue al templo y extendió la 'carta amenazante' delante del altar y oró. Entonces Jehová mandó al profeta Isaías a comunicarle a Ezequías que la plegaria había sido escuchada.
Esa misma noche, el ángel del Señor fue y mató a 185, 000 soldados del campamento asirio. Al día siguiente, todos amanecieron muertos. Fue así cómo Dios protegió y libró al reinado de Ezequías de los asirios inicuos.
Mensajes: 1) Debemos tener fe y confianza en Dios para enfrentar los problemas: el rey Ezequías demostró confianza en el Señor al suplicarle ayuda por medio de una sincera y verdadera oración. 2) Es recomendable recurrir a auténticos ungidos de Dios para que oren por nuestras dificultades: el rey Ezequías apeló al profeta Isaías para que orara por Jerusalén. Posteriormente Jehová le contesta al monarca hebreo a través de su profeta Isaías. Por lo tanto, resulta aconsejable buscar siervos legítimos del Señor que funjan de intercesores. 3) Coloquemos nuestros problemas delante de Dios para que Él trabaje: en tiempos de angustia, debemos rendirle nuestros inconvenientes al Omnipotente, cual hizo Ezequías al postrar en el altar las cartas amenazadoras de Senaquerib. 4) No le digamos a Dios lo grande que son nuestros problemas, más bien, digámosle a los problemas lo grande que es Dios: Para ello debemos presentar los problemas ante El Creador. Si tenemos fe en momentos de crisis, Dios puede intervenir con un maravilloso milagro que nos salve del adversario, como lo hizo al aniquilar mediante su ángel a los 185, 000 hombres de las tropas asirias.
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