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Cada vez que abrimos la computadora personal y observamos los titulares de los diarios en el extranjero, uno siente que en realidad el mundo se está acabando, literalmente hablando. Lo mismo sucede con los noticieros del cable, las agencias informativas y la radio extranjera.
"Guerra en Afganistán", "Atrapan a otro terrorista", "Bomba mata a cincuenta en Tel Aviv", "Viene otra invasión", etcétera. Esos titulares generan frustración, al punto que uno se siente cansado de tanta guerra. Allí está el detalle: El mundo ya no aguanta presiones enormes.
Pero la guerra, desde el sentido práctico, es una forma clásica de resolver los asuntos humanos, pues la civilización no cree en la paz y el diálogo. En el transcurso de la historia, la mayor parte de los eventos que han modificado nuestras vidas fueron debido a los conflictos bélicos. La violencia y la agresión siempre han jugado un papel tétrico en el desarrollo de las naciones.
�Culpables? Lo somos todos. No solamente los líderes de las potencias mundiales, los dictadores, los caudillos o los jefes militares son los responsables de la vorágine de la guerra. Los elementos que conformamos la sociedad, en su conjunto, son responsables directos de los hechos que transforman la historia.
Las cinco generaciones recientes han vivido bajo la presión de la guerra. Los jóvenes del presente creen que toda la violencia desmedida estalló ahora en la década de los noventa del siglo pasado. De que la Intifada Palestina, las guerras del Golfo Pérsico, el conflicto en Colombia, Afganistán o el ataque terrorista del 11 de septiembre, son eventos que, de la nada, provocaron las acciones belicistas en la actualidad. Qué equivocados están.
Desde el 28 de julio de 1914, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la civilización ha estado bajo la constante escalada armada y la lucha entre las grandes potencias, de una forma más evidente. Aunque han existido periodos de relativa paz, ni el mismo fin de la otra gran conflagración, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), significó la llegada de la paz en el mundo.
Sólo la voluntad de los hombres puede frenar la era de la violencia que nos agobia. Por desgracia, la gente aprende con el sacrificio, el dolor y el sufrimiento. Es así que las guerras se convierten en una forma macabra de "desahogo". Cuando los pueblos enemistados ya no tengan fuerzas con qué luchar, entonces allí vendrá la reconciliación.
Confiamos en que la denominada "Guerra contra el Terrorismo" y el terrible conflicto en Medio Oriente, sólo acabarán cuando los bandos enemistados comprendan, después de mucho sufrimiento, que es necesaria la tolerancia de ideas y sistemas políticos, incluso de conceptos religiosos. La convivencia pacífica es la alternativa y no la destrucción del adversario. |
