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En 1951, la isla de Bikini era conocida como un paraíso perdido en medio del Océano Pacífico. Palmeras, brisas marinas, playas blancas y exóticas escenas de un edén en medio de la nada hacían del atolón ejemplo de que en la naturaleza había todavía joyas de los primeros días de la Creación. De repente, una mañana, la marina de guerra de Estados Unidos desembarcó en el lugar. Miles de aborígenes polinesios fueron obligados a trasladarse a una lejana isla de su hogar. Desconcertada, la gente de Bikini jamás pensó el destino que el hombre le tenía deparado a la hermosa isla.
Una noche los refugiados de Bikini miraron hacia su isla. Un extraño resplandor rojo amarillo subía cual ángel del infierno desde la laguna del atolón. Viento, oleaje, calor y radiación se desprendía de aquel lugar. Había estallado la primera Bomba de Hidrógeno. Con el poder de mil "Hiroshimas", el paraíso que Dios creó para los polinesios de Bikini, se transformó en el peor basurero nuclear de la historia moderna.
Cada año es lo mismo. Por más que GREENPEACE, ANC�N, HUMAN WATCH, las Naciones Unidas y demás organismos internacionales denuncian el peligro del paso de barcos con peligrosos cargamentos nucleares, los sucesivos gobiernos panameños han hecho caso omiso de las advertencias públicas de la comunidad global. Mientras escribo esta nota, el "Pacific SandPiper" debe estar por cruzar el Canal interoceánico, gracias al permiso de unos inescrupulosos técnicos de la Autoridad del Canal que se creen esos cuentos sobre la extraordinaria seguridad de los navíos cargueros de la muerte. No sé qué pensaban Arturo Vallarino y Kaiser Bazán, los vicepresidentes panameños, tras concluir una reunión de "aclaraciones" entre el gobierno nacional, algunos embajadores europeos, además de los representantes de la empresa que transporta el cargamento de varias toneladas de cobalto radioactivo. Yo esperaba que el gobierno arnulfista hubiera "despertado" del letargo de errores políticos y que, en ese momento, habría una declaración de Panamá exigiendo que el "barco mortal" no cruce el canal, y que se vaya al Cabo de Hornos, a complicarle la vida a los chilenos pinochetistas, junto a los argentinos que le temen a un simple juego de fútbol en Barranquilla. Pues claro, no se atrevieron a desafiar a una empresa británica que les "resuelve" económicamente con contribuciones ínfimas antes los pasos peligrosos en las esclusas de nuestro Canal. Quizás nuestros gobernantes no saben el riesgo del paso de los navíos nucleares. Pues les refrescaré la memoria con ejemplos de incidentes famosos, en donde nos decían que era "imposible" los desastres atómicos: �Es que los asesores de Mireya Moscoso no le han contado a la presidenta de la calamidad en la "Isla de las Tres Millas", cuando un reactor atómico explotó en Estados Unidos? �O es que no le quieren decir que es posible la contaminación radiactiva por cinco mil años, en el lago Gatún, el río Chagres y sus afluentes, si se choca el barco en el cruce de Barro Colorado? �Sabe la Presidenta que casi un millón de personas puede morir por las mortales radiaciones de un choque de ese tipo? Yo creo que no. Por eso, la ciudadanía panameña debe cuestionar la actitud altruista de la Autoridad del Canal, de los gobernantes de turno y de los defensores del paso de barcos con cargamentos nucleares, pues a esta gente le importa más el dinero que la vida de los que habitamos el Istmo. |
