Sábado 27 de marzo de 1999

 








 

 


FAMILIA
"El secreto de la dicha"

Joaquín Arias
Presidente Fundación Pro vida

El verdadero secreto de la dicha se encuentra en la satisfacción interna del ser humano. Si no marcháramos tan apresuradamente por la vida, disfrutaríamos ampliamente de los pequeños detalles que nos brinda el trato amable con las demás personas. La inquietud y el disconformismo se han hecho ya crónicos y forman una lacra de nuestra época y de nuestro tiempo. Sé de personas que apenas poseen algunos bienes materiales, sin embargo saben gozar la belleza del campo y del mar, de las flores y de los cielos, saben apreciar las maravillas de la naturaleza, en las que muchos ni siquiera se fijan y hallan un placer supremo en detalles pequeños y agradables de la vida, que otros no saben apreciar. La conducta es fruto constante del pensamiento; si pensamos siempre en lo bello, en lo noble, en lo auténtico, con el esfuerzo indispensable para asimilarlo, concluiremos por infundir esas bellezas y cualidades a nuestro carácter. En nuestra conducta se reflejan nuestras aspiraciones y nuestros deseos; el deseo es el modelo que la conducta reproduce. Hay quienes buscan inútilmente la felicidad en el futuro esperando siempre otros tiempos u otras ocasiones que a su modo de ver les harán felices pero lamentablemente estas circunstancias nunca llegan, sin advertir que la dicha puede hallarse en este mismo momento, si se aprovecha sabiamente. La ambición es legítima y plausible cuando el esfuerzo es para vencer la ignorancia, por elevar cada día los sentimientos o cualquier otra acción en beneficio de la humanidad. De estas sanas ambiciones es que nace la verdadera y duradera dicha. El hombre cegado por una ambición desmedida, sacrifica el hogar, amigos, bienestar y hasta el honor para lograr lo que desea.

Siempre descuidamos el presente esperando el futuro sin ver lo que tenemos a nuestro alrededor para disfrutar a medida que recorremos el gran camino de la vida. La ambición egoísta es un guía equivocado que irremediablemente arruinará la felicidad de quien la acaricie y le quitará todo lo que la vida tiene de más bello y dulce. Los ambiciosos pagan muy cara esta pasión insensata. No existe aún quien pudiera sobornar a la felicidad auténtica porque no tiene precio y se encuentra tan a la mano del rico como del pobre. El mundo actual está lleno de dicha y la encontramos tan cerca de nosotros solo con aceptar buenamente las cosas que se encuentran en nuestro diario convivir. La vida está lista para llenar la medida de felicidad dispuesta para cada uno, si adiestramos nuestra mente para que aproveche todas las oportunidades que encontremos en la vida, en lugar de envidiar las ajenas.

La felicidad verdadera proviene del cultivo y desarrollo de nuestra esencia espiritual. El egoísmo nunca puede producir la dicha, porque alimenta constantemente la naturaleza inferior con todos los elementos que nos aleja de la dicha. Nadie encontrará la felicidad real si no la busca con el corazón puro, la mente limpia, propósito noble y generoso el deseo en pro de los demás seres humanos.

Existe mucha gente que no sabe cómo ahuyentar al miedo de su mente. Si son pobres, creen que teniendo salud y dinero no temerían a nada ni sentirían el menor fastidio.

Creen que si tuvieran mayor abundancia de cosas y lujos podrían desechar la ansiedad y sus consecuencias; pero la verdad sale a relucir cuando logran lo apetecido y sigue persiguiéndoles en otra forma, el mismo enemigo o temor. El aburrimiento y el temor son los peores enemigos de la felicidad y asesinos de la dicha. Realmente el miedo es un antiguo enemigo del hombre y el fastidio es su antipático cómplice, el miedo fue siempre algo instintivo y propio de la condición humana, sin embargo el fastidioso aburrimiento no es más que una enfermedad generalizada de nuestros tiempos. Una persona de excelentes cualidades, pero continuamente perturbada por el temor arruinará su carrera. El temor aniquila la esperanza desvanece la fuerza de concentración y anula la iniciativa. Este temor interno nuestro es enemigo de cualquier proeza y envenenador de toda felicidad. Hay personas que creen estar bajo la amenaza de la desgracia y esta sensación les acosa hasta en los instantes más felices de su vida; estos temores son tan intrínsecos que afectan al individuo de tal forma que no disfruta del placer de un momento de dicha. Otros hay cuya felicidad no es completa por el solo temor de una enfermedad imaginaria, describen sus tremendos síntomas con tanta seguridad como si ya sufrieran al trauma en su organismo, este miedo constante dificulta la digestión, anula la resistencia física y nos afecta enormemente nuestro cuerpo. El temor afecta y altera la circulación de la sangre, envenena las secreciones y debilita los nervios. Las cosas que nos deprimen y angustian nos producen temor y ansiedad, es entonces cuando se comprimen los vasos sanguíneos de nuestro cuerpo para entonces entorpecer el funcionamiento normal. ¡MIEDO! terrible fantasma de la imaginación que la humanidad no ha podido librarse para darle paso a la libertad del alma; parece como si el ser humano estuviese acorralado y le obliguen a pasar por el callejón de las desgracias como se vieron acometidos nuestros antepasados sin poder destruir el miedo de sus mentes. Desde los albores de la historia hasta el tiempo presente hemos sido atormentados por los fantasmas del temor en sus diferentes formas mentales y una sola desgracia imaginaria: el temor mismo.

Ha llegado la hora de vencer al temor atacándole de frente con ímpetu, valiéndose de sentimientos más poderosos; la confianza y la fe, los liberaremos del temor, alejándolo poco a poco hasta reemplazarlo. Una vez desalojado seremos premiados con el gran don de Dios: la paz.

 

 

 



 

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