RECOPILACION HISTORIAL
DE VENEZUELA Cómo le fue encargado a Pedro de Orsúa la guerra y pacificación de cierta chusma de negros rebeldes, y de cómo Orsúa envió a Fuentes, español, con ciertos soldados, a castigar un robo que los negros habían hecho en el camino que va de Nombre de Dios a Panamá.
En estos mismos días estaban los vecinos de Panamá y Nombre de Dios, y especialmente los mercaderes, que vivían de su particular trato y mercancía, llenos de un terrible miedo, porque habiendo de muchos días atrás comenzado a huírse muchos negros esclavos, estomagados y hartos de la servidumbre, y cautiverio en que sus amos los tenían, se habían metido con designio de conservar la libertad y morir por ella, en las entrañas y partes más intrínsecas de los arcabucos y montañas, donde habían hecho cierta forma de pueblo y fortaleza, y teniendo allí puestas como en parte segura sus mujeres e hijos y toda la demás gente inútil, salían los más valientes y osados negros al camino real que de Nombre de Dios atraviesa a Panamá, por donde acostumbran pasar las arrias y recuaje que por tierra llevan mercaderías a Panamá. Hacían muchos robos y estragos en los arrieros y pasajeros, quitándoles todo lo que llevaban con que habían arruinado algunas gruesas haciendas; habían con sus malvados hechos y correrías, dado grandes muestras y señales de pretender y querer aquellas dos fertilísimas ciudades destruirlas y arruinarlas de todo punto; y aunque algunas personas se les había encargado la guerra de disipar y desbaratar la junta de los negros, con grandes promesas de premios y gratificaciones, nunca habían salido con ello, por estar los negros corroborados y fortalecidos en un fuerte alojamiento, y tan prácticos y diestros en la tierra, que de su naturaleza era asperísima y oscurísima, que casi se andaban burlando de los que les salían a buscar, y llegaban muchas veces con desvergonzado atrevimiento , confiando en su mucha ligereza a los puertos y aguajes del Nombre de Dios a tomar y saltear las negras y otras gentes que salían a proveerse de cosas que les eran necesarias, sin recibir ningún castigo.
Pues como Pedro de Orsúa llevólo a y fama de capitán prudente y sagaz y de gran fortuna en la guerra, y llegase a Panamá en tiempo de tanta turbación, por todos los tratantes fuele encargada la empresa y jornada del desbarate de los negros y ofreciéndose los vecinos y mercaderes de entrambos puertos a favorecer y socorrer a Pedro de Orsúa con dineros y armas y todas las otras cosas necesarias para la guerra y soldados que le habían de hacer, fuéronle por el gobernador Alvaro de Sosa dados todos los poderes y jurisdicción que se requería y era necesario para juntar y gobernar la gente que consigo había de llevar y nombrar oficiales de ella; y con esto y con hasta doce soldados amigos que en Panamá tenía, Pedro de Orsúa se pasó a Nombre de Dios donde poniendo bandera en lugar público y tocando a tambor comenzó a juntar gente de la cual hizo maestre de campo a Francisco Gutiérrez, natural de Sevilla, hombre poco práctico en cosas de guerra, (...) pero de gran ánimo y muy valiente y de sagaz ingenio para con poca experiencia alcanzar en poco tiempo lo que en muchos otros no conocieran, como después lo mostró por la obra.Nombró por capitanes de su infantería a Francisco Días, deudo suyo, a quien él después cortó la cabeza en los Motilones, y a Pedro de la Fuente, hombre algo práctico en aquella tierra por haber algunos días andado por ella con gente española persiguiendo y dando caza a los negros. Hizo alférez de esta gente a García de Arce, buen soldado y extremado arcabucero, muerto después por mano de Lope de Aguirre en la jornada del Marañón; escuadraso cabo de escuadras hizo a Francisco de Cisneros y a Pedro de Peralta. Tardose algunos días Pedro de Orsúa en hacer y juntar la gente necesaria para esta guerra, en el cual tiempo sucedió que Pedro de Mazuelos mayor envió por tierra en dos recuas a Panamá obra de cuatro mil pesos de mercaderías con menos guardia y custodia de la que en un tiempo tan calamitoso de corsarios era menester, y llegando los arrieros a un río que está adelante de la sierra de Capira, saliéronles al camino una cuadrilla de negros cimarrones de hasta veinte personas, armadas de arcos y flechas, y machetes por espadas, y unas flacas lanzuelas, y haciendo presa en las arrias y en los que las llevaban a cargo, quisieron, por poner mayor espanto a los pasajeros que dende adelante por allí pasasen, matar los arrieros y muertos, atravesarlos cuerpos en el camino, para con este abominable ejemplo de crueldad, atemorizar de todo punto la gente de Panamá y Nombre de Dios; pero este cruel hecho les fue impedido y estorbado a los negros por un principal o caudillo que consigo traían, el cual queriendo dar muestras de hombre humano y clemente, no sólo dio libertad a los arrieros y españoles que con ellos iban, pero hízoles dar las más de las bestias y acémilas de carga que llevaba para que en que pudisen caminar, quedándose ellos con algunas mulas de las más recias y de mejor parecer y con toda la mercadería que en las arrias llevaban, de la cual después de haber tomado y apartado las cosas a ellos más útiles y provechosas, como eran ruanas, anjeos, machetes, tijeras, cuchillos y otras cosas de esta calidad, todo lo demás esparcieron y derramaron por las riberas del río y con lo que pudieron llevar a cuestas se fueron la vuelta de su alojamiento, dejando por allí escondidas algunas cosas de las dichas por volver por ellas.
La nueva de este asalto llegó a Nombre de Dios , donde movió los ánimos de todos los de aquel pueblo a quejarse públicamente de la negligencia y descuido de los que gobernaban, pues siendo obligados a remediar semejantes motines y a tener seguros los caminos pasajeros, con soñoliento descuido y sorda disimulación pasaban todos los males que los negros hacían , no considerando los daños e irremediables peligros que los leves principios suelen traer por ser menospreciados. La justicia , como de presente parecía estar encargado el negocio de los negros a Pedro de Orsúa, disculpábanse con él diciendo que en su mano estaba el remedio y socorro que de presente todos pedían. Pedro de Mazuelos, a quien particularmente tocaba el robo de próximo hecho por los esclavos, importunó y rogó a Pedro de Orsúa que con brevedad enviase gente y soldados a la parte y lugar donde se había hecho el asalto, y siguiendo los negros les quitasen la presa de entre las manos toda entera, y que les daría una parte de ella, y no haría cierto pagamento y sueldo por el trabajo de irlos a buscar. Orsúa envió incontinente al capitán Pedro de la Fuente con quince soldados al efecto dicho, y no sólo le encargó la restauración de la pérdida de Mazuelos, pero principalmente le rogó que procurase haber algún negro vivo para guía y lumbre de los alojamientos y rancherías de los negros, para que ciega ni confusamente no saliesen después a buscarlos por tan obscuras montañas como aquellas del Nombre de Dios son.Pedro de la Fuente, llevando por guía a los arrieros llegó al lugar donde habían sido robados y hallando toda la más de la ropa, que eran sedas, terciopelos, rasos , tafetanes y otras cosas de valor, tendidas y esparcidas por el suelo en la forma dicha, la mandó recoger; y estando ocupados en esto oyó que por la montaña se les venía acercando un gran tropel y estruendo, sin voces ni otra demostración de ser gente, y deseando el capitán Fuentes saber lo que era, hizo recoger los soldados y con ellos se emboscó y estuvo quedo junto a la propia montaña y ribera del río hasta que del arcabuco salieron diez muy dispuestoa y ligeros negros bien aderezados y armados a su modo.Esperaron a que se apartasen del monte y saliesen al raso y luego que los vieron en lugar cómodo arremetieron a ellos los españoles, diciendo Santiago. Los negros, que ninguna cosa se turbaron de ver ir sobre sí a los soldados, revolviendo sus armas contra ellos, los esperaron con muy buen semblante, usando del mismo apellido de Santiago de que los españoles al arremeter habían usado, y queriéndose animar los unos a los otros, a que si como debían peleaban habrían una victoria aquel día muy honrosa y provechosa para ellos y para sus compañeros, solamente decían a grandes voces en la pelea hoy día, hoy día, que por ser torpes en el pronunciar la lengua castellana no tenían aptitud para decir otra cosa, que es como si dijeran hoy es día de ganar victoria entera de nuestros enemigos a los cuales podemos tener por vencidos si la fortuna no nos es contraria; y ciertamente aunque de presente eran más en número los españoles que los negros , en otras muchas cosas les eran muy desiguales e inferiores, porque la ligereza de aquellos bárbaros era tanto que en su mano estaba el esperar o arremeter o huir, y demás de esto les era muy favorable el tiempo y la tierra, porque haciendo un día muy blando y pardo, dejábase caer una menuda agua que mojando la tierra, que allí era asperísima y acompañada de grandes y resbalosos peñascos, hacía que los negros con liberalidad y ligereza saltasen de peña en peña y de una parte a otra,lo cual les era muy dificultoso y pesado a los nuestros, y así no podían juntarse con los enemigos a pelar como ni cuando querían, con lo cual los negros, de lo más alto, que siempre señoreaban, disparaban la flechería que tenían muy a su salvo y tiraban con más firmeza y fuerza los dardos y piedras que contra los nuestros arrojaban y ultra de esto los arcabuces que los españoles llevaban o tenían eran casi de todo punto inútiles, porque con la menuda agua que caía el polvorín se mojaba en los fogones y no prendía el fuego en ellos. Duró gran rato esta pelea, sin acortarse la fortuna a ninguna parte, antes los negros habían herido uno o dos españoles, hasta que presumiendo algunos de aquellos negros que se tenían por más valientes, que era mucha la ventaja que uno por uno tenían a sus contrarios, tres de ellos se vinieron allegando en diferentes lugares con tres españoles que también andaban desmandados de los demás. El suceso de los cuales fue tan próspero para los nuestros, que matando los dos españoles a los dos negros que les habían salido y dejarretando el otro al con quien peleaba, pusieron tanto temor a los demás por haberles entre los tres muerto a su principal o capitán, que no curando de tenerse a esperar otra cuadrilla de negros que poco atrás venían, se dieron a huir y esparcirse ligeramente por la montaña y arcabuco que en su favor tenían, saltando con grande velocidad y facilidad de una en otra peña, casi menospreciando a los españoles si tras ellos quisiesen seguir, pero el capitán o caudillo que llevaban, como fuese plático en aquellas guerras, no consintió que ningún soldado se apartase ni fuese en seguimiento de los negros, antes juntando a todos con las armas en las manos, como estaban, comenzando de interrogar aquel negro que vivo y dejarretado en las manos les había quedado, si había por allí cerca algún alojamiento o ranchería de negros.El le respondió que no, pero que tras de él y sus compañeros habían, de la población y ranchería principal, salido otros quince negros que no tardarían en llegar allí si con temor de los que se habían retirado e huido no se volviesen todos a donde estaba su principal, lo cual él tenía por imposible; pero que lo más seguro les era a los españoles retirarse o acogerse con presteza, si no querían ser allí todos muertos y presos de los demás negros con los cuales venía un valiente capitán y uno de sus obispos y otros muy principales y valientes hombres de aquella su compañía, que no sólo ennúmero tenían ventaja a los españoles, pero en esfuerzo y valentía y en destreza de pelear, pues estaban de mucho tiempo atrás hechos a aquel oficio y trabajo. El capitán Fuentes creyó o dio crédito a lo que el negro decía, pero no mostrando punto de flaqueza ni cobardía, pues poniendo toda su esperanza en Dios inmortal, que le daría entera victoria de aquellos ladrones, que tan en daño y perjuicio de los cristianos andaban a saltear y robar por aquellos caminos y pueblos, se estuvo quedo con sus compañeros, esperando con las armas en la mano la venida de los negros.. |
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