HISTORIA DEL NUEVO

MUNDO

VIAJE DE ACLA A PANAMA

Ocho días antes de que yo entrase en el puerto de Acla había llegado un barco cargado de mulas para ir a Nombre de Dios, y al llegar a la costa de Tierra Firme, no conociendo el piloto la región, y estando seguro de hallarse más cerca de Veragua que de ningún otro lugar, se dio la vuelta creyendo ir a Nombre de Dios, cuando en realidad estaba yendo a Cartagena, y continuando a lo largo de la costa llegó hasta la bocana del puerto. No sabiendo el piloto dónde estaba, ni adónde tenía que ir, y mientras permanecía dudoso observando la tierra, sucedió que un español estaba paseando por la playa, y viendo a la nave en la bocana del puerto, sin entrar en él, considerando que iba a perderse por no conocer el territorio, se fue corriendo a casa, cogió un paño, y atándolo a la punta de una lanza, regresó a la playa. Los del barco al ver la señal entraron en puerto y desembarcaron las mulas.

Considerando los mercaderes que si las volvían a embarcar iban a morir por estar ya en malas condiciones, decidieron enviar el barco a Nombre de Dios, y ellos llevar la mulas por tierra a Panamá.

Se organizaron e hicieron provisiones de vituallas hasta que consideraron que les iban a ser suficientes para todo el camino. Los mercaderes me rogaron que los acompañase, y nos pusimos en marcha llevando con nosotros a un español no muy experto como guía, y a veinte esclavos negros como propiedad de los mercaderes, portando cada uno un machete en la mano para ir abriendo camino, sin lo cual no hubiera habido manera de avanzar, porque estaba todo cubierto por densos ramajes. Tras haber caminado despacio durante catorce días habiendo hecho solamente poco más de la mitad del camino, no habíamos encontrado más que huellas de los muchos poblados que solían estar habitados por los indios en su época de prosperidad. Ya los mercaderes habían pensado matar una mula porque las provisiones se habían terminado, cuando una tarde, al ponerse el sol, mientras estábamos en lo alto de un monte, con grandísimo contento de todos vimos una gran humareda. El guía nos dijo que era una choza de indios, pero que él opinaba que había que esperar a ir hasta las tres o las cuatro de la noche y cogerlos por sorpresa, justificando esta opinión con la advertencia de que si nos presentábamos en aquel momento en su casa, en cuanto nos vieran, creyendo que íbamos a capturarlos como esclavos tal como se solía hacer antes de que llegase de España la provisión de su libertad huirían a la selva, con lo que no conseguiríamos las provisiones necesarias para seguir nuestro camino.

Así lo hicimos, y para evitar estar más seguros de que no nos vieran, nos adentramos en la espesura y allí aguardamos buena parte de la noche. Nos acercamos luego hasta las chozas, que eran cuatro muy pequeñas, y al entrar en ellas, oyendo los indios el ruido, se despertaron, y en cuanto nos reconocieron, lanzaron un espantoso alarido, diciendo: ¡Guachi, guachi!, nombre que en su lengua se da a un animal de cuatro patas que suele ir de noche por aquellas tierras viviendo de rapiñas y que es el que aplican a los cristianos. Una vez dentro de la casa capturamos a casi todos los que había dentro y permanecimos vigilantes toda la noche.Puedo decir que jamás he contemplado tanto llanto, especialmente en las mujeres como aquella noche, y es que daban por seguro, que los habíamos capturado como esclavos. Movían la cabeza desconsoladamente, se decían unos a otros frases de dolor, daban con la cabeza en el suelo, y con las manos y dientes nos rasgaban la ropa y nos escupían a la cara; y si nosotros no se lo hubiésemos impedido, algunos de ellos se habrían matado. Cuando llegó el día, aplacados ya aquellos espantosos lamentos, los tranquilizamos lo mejor que pudimos, indicándoles por señas que no habíamos entrado en su casa más que para buscar algo de comer para llegar con aquellas mulas al otro mar; y que en el futuro no tuviesen más miedo, porque el rey de Castilla había ordenado que no se hiciesen más esclavos. Y así, con dichas palabras, y con muchas más que les dijimos, se calmaron un poco, aunque todavía temían algún engaño.

Nos proveíamos entonces de pan, pescado, fruta y carne de jabalí, animal que en todas estas Indias tiene el ombligo encima del lomo, y como pago les dimos unos cuchillos y un poco de sal, y al querer darles algunos reales no quisieron cogerlos , diciendo que no sabían qué hacer con ellos.Tras descansar cuatro días, reemprendimos el viaje, y uno de los indios, por propia voluntad vino con nosotros un gran trecho, hasta que nos situó en el camino justo. Cuando le preguntamos si por el camino había alguna otra aldea india, nos dijo que no, porque los guachis, entre los que habían capturado y los muertos, habían aniquilado a toda la población.Con esto, el indio se volvió a su casa y nosotros, a los ocho días y con grandes fatigas llegamos a Panamá.

Árboles frutales, según Girolamo Benzoni.


 

 

linea
linea gris

NUESTROS ANUNCIANTES



bandera de Panama
Ciudad de Panamá
Copyright © 1995-2001 Editora Panamá América-EPASA
Todos los Derechos Reservados