RELACION DEL CUARTO VIAJE Serenísimos y muy altos y poderosos Príncipes,
Rey y Reina, Nuestros Señores:
En todos estos lugares adonde yo había estado, hallé verdad todo lo que yo había oído. Esto me certificó que es así de la provincia de Ciguare, que según ellos es distante nueve jornadas de andadura por tierra al poniente.Allí dicen que hay infinito oro y que traen collares en las cabezas, manillas a los pies y a los brazos de ello y bien gordas , y de él sillas, arcas y mesas las guarnecen y enforran.También dijeron que las mujeres de allí traían collares colgados de la cabeza a las espaldas.En esto que yo digo, la gente de estos lugares conciertan en ello; y dicen tanto, que yo sería contento con el diezmo. También todos conocieron la pimienta. En Ciguare usan tratar en ferias y mercaderías. Esta gente así lo cuentan y me mostraban el modo y forma que tienen en la barata. Otrosí dicen que las naves traen bombardas, arcos y flechas, espadas y corazas y andan vestidos, y en la tierra hay caballos, y usan la guerra y traen ricas vestiduras y tienen buenas cosas. También dicen que la mar baja a Ciguare, y de allí a diez jornadas es el río Ganges. Parece que estas tierras están con Veragua como Tortosa con Fuenterravía o Pisa con Venecia. Cuando yo partía de Caramburú y llegué a esos lugares que dije,hallé la gente en aquel mismo uso, salvo que los espejos del oro quien los tenía los daba por tres cascaveles de gavilán por el uno, bien que pasasen diez o quince ducados de peso. En todos sus usos son como
los de La Española (el oro cogen con otras artes), bien
que todos son nada con los de los cristianos (...) Cuando quiso a Nuestro Señor, volví a Puerto Gordo, adonde reparé lo mejor que pude. Volví otra vez hacia Veragua(...)Día de la Epifanía llegué a Veragua ya sin aliento.Allí me deparó Nuestro Señor un río y seguro puerto bien que a la entrada no tenía salvo diez palmos de fondo. Metíme en él con pena, y el día siguiente recordó la fortuna: si me falla fuera, no pudiera entrar a causa del banco. Llovió sin cesar hasta el 14 de febrero, que nunca hubo lugar de entrar en la tierra ni de me remediar en nada. Y estando yo seguro a veinticuatro de enero, de improviso vino el río muy alto y fuerte; quebróme las amarras y proeses y hubo de llevar los navíos, y cierto los vi en mayor peligro que nunca. Remedió Nuestro Señor como siempre hizo. No sé si hubo otro con más martirios. A seis de febrero, lloviendo envié setenta hombres la tierra adentro y a las cinco leguas hallaron muchas minas. Los indios que iban con ellos los llevaron a un cerro muy alto, y de allí les mostraron hacia toda parte cuanto los ojos alcanzaban diciendo que en toda parte había oro y que hacia el Poniente llegaban las minas veinte jornadas y nombraban las villas y lugares y adónde había de ello más o menos. Después supe yo que el Quibián que había dado estos indios les había mandado que fuesen a mostrar las minas lejos y de otro su contrario, y que adentro de su pueblo cogían, cuando él quería, un hombre en diez días una mozada de oro.Los indios sus criados y testigos de esto traigo conmigo. Adonde él tiene el pueblo llegan las barcas. Volvió mi hermano con esta gente, y todos con oro que habían cogido en cuatro horas que fue allá a la estada. La calidad es grande, porque ninguno de estos jamás había visto minas y (los más oro) los más eran gente de la mar y casi todos grumetes. Yo tenía mucho aparejo para edificar y muchos bastimentos. Asenté pueblo y dí muchas dádivas al Quibián, que así llaman al señor de la tierra. Y bien sabía que no había de durar la concordia; ellos muy rústicos y nuestra gente muy importunos, y me aposesionaba en su término. Después que él vio las casas hechas y el tráfico tan vivo, acordó de las quemar y matarnos a todos.Muy al revés salió su propósito:quedó preso él; mujeres e hijos y criados, bien que su prisión duró poco.El Quibián se fuyó a un hombre honrado, a quien se había entregado con guarda de hombres, y los hijos se fu(y)eron a un maestre de navío, a quien se dieron en él a buen recaudo.
En enero se había cerrado la boca del río. En abril los navíos estaban todos comidos de broma y no los podía sostener sobre agua. En este tiempo hizo el río una canal, por donde saqué tres de ellos vacíos con gran pena. Las barcas volvieron adentro por la sal y agua.La mar se puso alta y fea y no les dejó salir fuera.Los indios fueron muchos y juntos y les combatieron, y en fin, los mataron. Mi hermano y la otra gente toda estaban en un navío que quedó adentro, yo muy solo de fuera en tan brava costa, con fuerte fiebre; en tanta fatiga la esperanza de escapar era muerta. Subí así trabajando lo más alto, llamando a voz temerosa, llorando y muy aprisa los maestros de la guerra de Vuestras Altezas a todos cuatro los vientos, por socorro, mas nunca me respondieron (...) Levantéme cuando pude, y al cabo de nueve días hizo bonanza, mas no para sacer los navíos del río. Recogí la gente que estaba en tierra y todo el resto que pude, porque no bastaban para quedar y para navegar los navíos. Quedara yo a sostener el pueblo con todos, si Vuestras Altezas supieran de ello.El temor que nunca aportarían allí navíos me determinó a esto y la cuenta que cuando se haya de proveer de socorro se proveerá de todo.Partí en nombre de la Santísima Trinidad la noche de Pascua con los navíos podridos, abrumados, todos hechos agujeros. Allí en Belén dejé uno y hartas cosas. En Belpuerto hice otro tanto (...) Seguí la costa de la tierra firme; esta se asentó con compás y arte. Ninguno hay que diga debajo cuál parte del cielo y cuándo yo partí de ella para venir a La Española. Los pilotos creían venir a parar a la isla de San Juan, y fue en tierra de Mango , cuatrocientas leguas más al Poniente, de adonde decían. Respondan, si saben , adónde es el sitio de Veragua. Digo que no pueden dar otra razón ni cuenta, salvo que fueron a unas tierras adonde hay mucho oro, y certificale, mas para volver a ella el camino tienen ignoto.Sería necesario para ir a ella descubrirla como de primero (...)
Cuando yo descubrí las Indias dije que era el mayor señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del oro, perlas, piedras preciosas, especierías, con los tratos y ferias, y porque no pareció todo tan presto fui escandalizado. Este castigo me hace ahora que no diga salvo lo que yo oigo de los naturales de la tierra. De una oso decir, porque hay tantos testigos, y es que yo ví en esta tierra de Veragua mayor señal de oro en dos días primeros , que en la Española en cuatro años, y que las tierras de la comarca no pueden ser más hermosas ni más labradas ni la gente más cobarde,y buen puerto y hermoso río defendible al mundo.Todo esto es seguridad de los cristianos y certeza de señorío, con grande esperanza de la honra y acrecentamiento de la religión cristiana; y el camino allí será tan breve como a la Española, porque a de ser con viento. Tan señores son Vuestras Altezas de esto como de Jerez o Toledo. Sus navíos que fueren allí van a su casa. De allí sacarán oro. En otras tierras , para haber de lo que hay en ellas, conviene que se lo llevan o se volverán vacíos, y en la tierra es necesario que fíen sus personas de un salvaje(...) El oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega a que echa las ánimas al Paraíso. Los señores de aquellas tierras de la comarca de Veragua cuando mueren entierran de oro que tienen con el cuerpo; así lo dicen( ...)El oro que tiene el Quibián de Veragua y los otros de la comarca, bien que según información él sea mucho, no me pareció bien ni servicios de Vuestras Altezas de se le tomar por vía de robo. La buena orden evitará escándalo y mala fama y hará que todo ello venga al tesoro, que no quede un grano. Con un mes de buen tiempo yo acabaré todo mi viaje (...) |
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