Testimonios Personales

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El Chorrillo, en la ma�ana del 20 de diciembre.

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Dra. Patricia Pizzurno
Dr. Celestino Andr�s Ara�z

Por la importancia que reviste la invasi�n norteamericana en nuestro devenir hist�rico, transcribiremos a continuaci�n dos testimonios personales de residentes del barrio de El Chorrillo, donde se concentraron los principales ataques y que result� arrasado por el fuego. Los mismos han sido tomados de la obra de Olmedo Beluche: La verdad sobre la invasi�n. CELA, Panam� 1990.

El maestro Rafael Olivard�a, residente de el barrio El Chorrillo, relata lo siguiente:

�Nos encontr�bamos en los multifamiliares �24 de diciembre�, donde residimos en el noveno piso de la secci�n dos. Desde ah� hay una vista directa a lo que era el cuartel, otra a la C�rcel Modelo y otra vista al Cerro Anc�n. As� es que nosotros pudimos ver casi toda la invasi�n. La invasi�n se inici� con el bombardeo de las barracas que estaban al lado de la Modelo. Nosotros vimos c�mo se prendieron. All� murieron quemados la Se�ora Sara y el viejo �Plata�. Vimos como la gente corr�a a la deriva. Vimos c�mo hu�an los que viv�an en las casas de madera que estaban ardiendo. Vimos como los helic�pteros disparaban contra todo lo que se mov�a. Las tanquetas desembarcaron por mar, por los lados de la Cooperatica de Pesca, abri�ndose paso por el Tribunal Titular de Menores, el cual desbarataron totalmente. Del Cerro Anc�n se ve�an los fogonazos que ca�an exactamente en el �24 de diciembre� y en las casas de madera. Los aviones y helic�pteros bombardeaban el �rea residencial. Pocas bombas cayeron dentro del cuartel, el cual qued� pr�cticamente intacto. Todo el combate se dio en el escenario del �rea civil.

Nosotros vimos a los �Macho de Monte� subir a la azotea del edificio (24 de diciembre). Los vimos subir por las escaleras con una cajita de municiones uno, y otro con una metralleta. Desde all� disparaban a los aviones y helic�pteros. Nosotros vimos cuando tumbaron a un helic�ptero que se estrell� contra la entrada de la Modelo. El ruido fue tan grande que revent� los vidrios de las ventanas. Nos sentimos alegres cuando derribaron al helic�ptero ese, pero la respuesta no se hizo esperar.

Logramos ver enormes cantidades de muertos, porque la gente no sab�a por d�nde correr. O�amos los gritos: �mi hijo, mataste a mi hijo�. La gente corr�a y gritaba: �mi hermano�, �mi pap�, �Mi mam�. Los perros ladraban... todo era confusi�n. Fueron pr�cticamente seis horas de combate cerrado. En mi casa entr� una luz por la ventana y todo lo que toc� lo convirti� en una mancha como petr�leo. Mi televisor qued� reducido a una mancha, la pintura se descascarillaba en la pared. Uno de los morteros de los helic�pteros entr� por la ventana de mi vecina e hizo desaparecer desde el piso hasta los muebles... La mayor�a nos cobijamos en los pisos bajos porque en los altos era imposible resistir.

A nosotros nos toc� salir cuando iban a ser las 8 de la ma�ana, lo que m�s me impresion� fue una mujer encinta con su ni�a que, en medio de la calle pari� sin que nadie le prestara auxilio. D�as despu�s supimos que estaba recluida en el Gorgas. En la salida hacia Balboa lo hicimos pasando por encima de los muertos, muchos de los cuales estaban aplastados. Los tanques les pasaban por encima. En la subida al L�mite vimos varios carros civiles ametrallados y aplastados por tanques�.

Por su parte Dalys Ramos, residente en el edificio N� 18 de Renovaci�n Urbana de El Chorrillo, public� en La Prensa el 20 de octubre de 1990 un art�culo titulado Cr�nica de una larga noche: �Una noche catastr�fica para las personas que viv�amos en el barrio El Chorrilo, un barrio popular, marginado y muy necesitado. Era la v�spera de Navidad, y, a pesar de la miseria, muchas personas ten�an sus arbolitos de Navidad para esperar la noche buena en compa��a de sus familias. En cierto modo era una noche com�n, rutinaria, como cualquier noche bulliciosa. Los ni�os correteando por las calles, la m�sica del regu� sonando, muchachos en las esquinas...

Eran aproximadamente las 12.15 a.m. mi familia y yo decidimos irnos a dormir, est�bamos tratando de conciliar el sue�o cuando se dej� escuchar un grito desesperado, desgarrador, viene la guerra. Era uno de los vecinos que hab�a escuchado los ataques de Amador. Despert� a mi familia y en cuesti�n de segundos est�bamos en la sala. recuerdo que s�lo tuvimos tiempo de mudarnos de ropa. Era preciso evacuar el lugar.

En la calle se escuchaban los gritos de los ni�os, llanto de se�oras y la gente corriendo tratando de salir del lugar. Una de mis hermanas que viv�a cerca de la playa se hab�a aproximado a la casa con sus hijos, todav�a muy peque�os , para avisarnos y salir todos juntos a tomar un taxi. Los soldados paname�os estaban dispersos por todo el barrio, pero nosotros deb�amos evacuar el lugar, sab�amos que est�bamos en peligro y cuando �bamos bajando las escaleras del tercer piso... se escucharon disparos de ametralladoras, poniendo en peligro la vida de personas inocentes, cuyo �nico pecado era vivir cerca del Cuartel Central. Levant� la mirada y vi tres helic�pteros norteamericanos Cobra, (que) disparaban en direcci�n al edificio donde est�bamos. Quiz�s disparaban porque los guardias que estaban en el edificio les respond�an al fuego, pero fue espantoso, brutal y poco inteligente la intervenci�n.

Nos arrastramos por las escaleras y logramos entrar a nuestro apartamento, pero �ste ya estaba lleno de vecinos que, como nosotros, buscaban refugiarse de algo inesperado.

S�lo hicimos entrar y continu� el ataque incesante, se escuchaban las bombas, los helic�pteros, ametralladoras, gritos de personas pidiendo auxilio, el edificio temblando, las persianas rotas, la puerta destrozada y las paredes ya comenzaban a ceder.

...De repente todo qued� oscuro, se hab�a ido la luz. Fue entonces cuando comenc� a llorar, m�s bien gritaba , estaba hist�rica por todo lo que estaba viviendo. Mi madre, mi familia, le ped�a a Dios que s�lo un minuto se calmara ese ruido ensordecedor, sent�a volverme loca y ya no resist�a.

Todos est�bamos tirados en el suelo, una vecina con su beb� de cuatro meses, un vecino herido en un brazo gritaba de dolor, sus hijos llorando y nosotros impotentes, sin poder socorrerlo ten�a el brazo casi destrozado y comenzaba a delirar del dolor.

El edificio comenzaba a incendiarse y el fuego se corr�a por el tercer piso, s�lo faltaba el apartamento donde est�bamos. Se sent�a el olor a p�lvora y el humo nos asfixiaba. Eramos aproximadamante quince personas en el apartamento... nos percatamos de que las llamas empezaban a atrapar el altillo del apartamento. Era preciso tomar una decisi�n, las llamas o las balas y optamos por bajar. Bajaron los vecinos, mis hermanos. Al momento de intentar bajar mi madre, mi hermana y yo, mi t�o que estaba muy afectado nos encerr�. No pod�a controlarme, no quer�a levantarme del suelo al ver que no pod�amos salir. Todav�a continuaban los disparos, las bombas, gemidos de moribundos y todo era traumatizante. Mi hermano que hab�a bajado, al no vernos regres� en busca de nosotros, temi� encontrarnos muertos. Empuj� lo que quedaba de la puerta y pudimos salir. Me percat� de que los autos que se estacionaban frente al edificio y las viejas casas de madera, estallaban y s�lo quedaban cenizas.

Recuerdo que las escaleras eran de metal, estaban muy calientes y casi no resist�amos bajar, me ca�, rod� las escaleras, pero logr� bajar. Ya est�bamos en uno de los apartamentos de la planta baja. Se hab�a multiplicado el n�mero de personas. Los hombres buscaban agua para darnos de beber y nos mojaban para poder resistir el calor. Esta vez se hizo m�s prolongada la batalla. Nos ve�amos sin esperanzas, pero empezamos a rezar y nos sent�amos confiados en que de alg�n modo �bamos a salir y as� fue ...

...Ya hab�an pasado casi tres horas, cuando a uno de los vecinos le pareci� escuchar que pod�amos salir. En efecto, nos daban diez minutos para evacuar el lugar.

Fue en ese momento que escuch� que alguien ped�a auxilio. Mir� y vi a un soldado paname�o con una pierna destrozada y un charco de sangre. Me sent� miserable, inhumana, pero lo dej�. No saben lo horrible que es dejar atr�s a una persona a punto de morir, pero hay veces que tiene una que tomar esas decisiones que te dejan mal.

Salimos con las manos en alto, corriendo, como buscando salir de una pesadilla, a nuestro paso alambres de electricidad, muertos, heridos pidiendo ayuda, ancianos en sillas de ruedas, ni�os perdidos. Todos corriendo hacia la Zona, dejando atr�s El Chorrillo aquel barrio donde crec�, donde tuve momentos felices y amargos tambi�n, pero en donde esa noche s�lo reinaba la muerte y el dolor.

Nunca pens� que amaba tanto a mi barrio, pa�s , amigos, vecinos y hasta mi propia familia, como los amo. Esa noche me di cuenta que uno aprecia verdaderamente algo cuando lo ve en peligro. Es cierto que perdimos hasta la sonrisa, pero recuperamos la fe, confianza, humanidad y el deseo de superarnos�.

 

 


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