Siempre recuerdo el caso del viejo Jacinto. El era un anciano de un pueblo lejano en el interior del país. Tenía una pequeña casa, lugar donde solo le acompañaba una camita. Afuera, amarrada a un palo, guardaba su mayor tesoro: una vaquita. Este animal le proporcionaba leche que después podía intercambiar por otros alimentos en otras comunidades.
Resulta que en uno de esos viajes aventureros, un día se aparece por el pueblo donde vivía Jacinto un joven y un anciano sabio. La pareja recorrió toda la comunidad. En su andar, el sabio preguntaba al joven: ¿qué ves allí?, ¿qué ves allá...? Daniel tenía que estar muy concentrado para dar las respuestas correctas a su maestro. No podía titubear porque demostraría irresponsabilidad intelectual.
Raspando el atardecer, llegan muy cerca a la casa del viejo que estaba sobre un barranco, donde había vaquita. ¿Qué ves allá?, preguntó el viejo sabio. Una casa, un anciano y una vaquita, respondió el joven. Excelente, exclamó el señor, quien después dio una misión a Daniel para la noche. "Quiero que regreses al anochecer a la casa de Jacinto y empujes la vaquita al barranco, pero debes hacerlo rápido.
El joven no quería hacerlo, pero, al final, lo hizo.
Después un rato, ambos se fueron de esa comunidad y el chico quedó con el cargo de conciencia. Pasaron 20 años después hasta que Daniel regresó y, para su sorpresa, notó que la casita del anciano era una casa más grande. No dudó en preguntar: ¿Señor, cómo hizo para sobrevivir? Bueno, desde que me mataron la vaquita que tenía pensé que todo quedaría ahí, pero muy pronto me dí cuenta que podía hacer otras cosas. Descubrí otros talentos como las artesanías, actividad que me ha dado de comer.
El caso de Jacinto quizás es muy similar al que usted esté pasando. Siempre ha estado acostumbrado a hacer lo mismo, pero es hora de que tire la vaquita para que conozca que tiene otros talentos, ya sea como deportista, médico, escritor o ingeniero.
No se deje caer en el hueco de la rutina. ¡Métale ganas!