Con supremo sentido de responsabilidad supo cumplir la Magistrada Presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Graciela J. Dixon C., con la nominación a magistrada de la Corte Penal Internacional, cargo que tiene carácter de Estado y que por tal razón fue presentada y sustentada por el Gobierno de la República ante el Presidente de la Asamblea de Estados Miembros del Estatuto de Roma, por conducto de nuestra Misión Diplomática ante la Organización de las Naciones Unidas con sede en Nueva York, EE.UU.
Con el esfuerzo diplomático desplegado desde la Cancillería de la República, la Magistrada Dixon, agotó una extensa e intensa agenda de trabajo con la que alcanzó entrevistarse con representantes de más de setenta misiones diplomáticas acreditadas ante la sede de la ONU, en Nueva York. En cada caso, la Magistrada Dixon, supo desenvolverse con amplitud, pleno conocimiento y dominio de los temas.
A la postre, la elección de los tres magistrados para llenar las vacantes producidas por renuncias, para el término restante, concluyó en debida forma luego de cuatro rondas de votaciones, alcanzando Uganda los requisitos en la cuarta vuelta, para completar las vacantes.
Un análisis sin apasionamientos nos lleva a la conclusión de que más que rigor en el voto, lo cual, debió prevalecer a la luz de la calificación y especialización presentada por los candidatos en materia penal y procesal, dado la naturaleza del cargo, fueron otros los intereses: de orden económico y geopolítico, visto desde la óptica de los bloques regionales de los países miembros, lo determinante.
Sin embargo, allende de los resultados conocidos, en orden a obtener los votos a favor, la candidata del estado panameño tuvo una digna y honrosa participación. La Magistrada Graciela J. Dixon C., sembró y reforzó relaciones de interés para nuestra nación, que bien llevados y cultivados con visión de patria, sustentado en una política institucionalizada y coherente, representaron buena cosecha para el país, lo cual constituye una valiosa contribución que todo nacional y extranjero que habita en este país, debería sin mezquindad reconocerle; ya que, en estos asuntos los resultados no se producen en blanco y negro (perder o ganar) ni los frutos surgen de un día para otro.