¡Amor de Madre!, el sentimiento más puro e inmaculado, el amor sublime que no traiciona, que lo entrega todo, quizá para recibir nada. La madre es una fuente de ternura, de dulzura, abnegación y elevados sacrificios. Ella es el compendio de toda una vida, la mujer digna y sacrosanta, quien sintió germinar en su corazón ese amor eterno hacia el hijo que se gestaba en su vientre.
Es la joven o madura dama, quien te amó antes de nacer, la que con cariño sincero y pletórica de felicidad te dio el calor de su seno y te prodigó miles de caricias y de castos besos cuando se hizo el milagro de tu existencia.
¡Hijo, no olvides a esta santa mujer y jamás la hieras! Hónrala, protégela y quiérela siempre.
Ella es fuente de tu vida, la que te recibió con una sonrisa angelical, la que te arrulló en la cuna, vigiló solícita tus primeros pasos, el ser que pasó amargas noches de vigilia cuando estabas enfermo, la dama excelsa, todo amor, quien ha mitigado tus sinsabores.
La anciana venerable de cabellos de plata o la joven, cariñosas y buenas, quienes han sabido cumplir con la misión que la Divina Providencia les ha confiado el don de otorgar vida y ser guía de la humanidad, merecen en todo momento tu amor filial y elevado respeto.
Si la tienes a tu lado, hoy 8 de diciembre Día de la Madre, si disfrutas de la dicha inmarcesible de poder estrecharla junto a tu corazón de hijo bueno, bésale y haz la solemne promesa de honrarla y respetarla siempre y otórgale amor todos los días de su sublime existencia.
Si sientes que la congoja abate tu espíritu y el llanto se asoma a tus ojos porque la parca impía la ha arrebatado de tu lado, eleva una oración al cielo, visita la tumba de tu siempre recordada progenitora y deposita en ella las más delicadas y perfumadas flores, dirige la mirada hacia el cielo y te parecerá ver el venerable rostro de tu madre, quien desde el seno del Señor te sigue bendiciendo y protegiendo.
¡Loor a las Madres de Panamá y el Mundo!
¡Gloria eterna para sus abnegados espíritus y que la felicidad, la salud y el bienestar sean sus compañeras hoy, mañana y siempre!
El presente artículo literario lo inspiró nuestra noble y abnegada progenitora, doña Elisanda Villa de Díaz (q.e.p.d.), quien nos inculcó que las madres que siembran amor y bondad como nuestro Salvador, nunca mueren ni se desvanecen, porque viven eternamente en el recuerdo y en el corazón de los hijos buenos, quienes cumplen con el Mandamiento de la ley de Dios de: "Honrarás Padre y Madre".