Los desastres naturales ocurridos en las provincias de Bocas del Toro y Chiriquí nos motivan ciertas reflexiones sobre el Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC).
Los ríos desbordados arrasaron casas, puentes, iglesias, escuelas, sembradíos; y los derrumbes de tierra estropearon los caminos y dejaron aislada por tierra y aire a la provincia bocatoreña.
La muerte de cuatro personas y la desaparición de al menos diez es el saldo más oneroso. Humildes ciudadanos panameños desprotegidos y sin recursos fueron las víctimas propiciatorias de esta hecatombe natural.
El Sistema Nacional de Protección Civil realiza una eficiente labor; sin embargo, es necesario otorgarle mayores recursos, personal, equipo y un sostén legal que le facilite una gestión con mayor solvencia y autoridad para coordinar en los momentos de desastre en el país con las entidades públicas y privadas.
Cuba podría ser un modelo a seguir por los panameños, ya que en este año ha sido azotada por siete huracanes y es interesante que se estudie su organización que ha minimizado las pérdidas humanas, debido a su gran capacidad de mover a sus pobladores, que en algunos casos ha llegado a más de un millón de personas.
No obstante, no bastaría con llevar adelante esta iniciativa porque la población debe seguir algunas indicaciones para no mantenerse en áreas de riesgo, entre ellas, evitar la construcción de viviendas cerca de los ríos, prevenir la erosión de los suelos y otras.
El desconocimiento de las autoridades y de los pobladores de entender dónde se debe construir y tener conciencia de las áreas de protección de quebradas y ríos, se refleja en fotos y videos, el verdadero crimen ecológico que los panameños cometemos a la hora de construir.
La naturaleza no conoce la piedad y es poco lo que podemos hacer desde los reclinatorios de los templos. Es preciso que tomemos todas las precauciones necesarias para evitar más desgracias que lamentar.